La peligrosa letra de médico

Tucho Calvo

A CORUÑA CIUDAD

La receta informatizada y, a más largo plazo, la electrónica deben acabar con las peligrosas confusiones a que da lugar la mala letra de los médicos. Nadie parece tener constancia en España de muertes por esta causa, pero sí de daños graves.

17 jul 2007 . Actualizado a las 15:17 h.

Hay expresiones que un porcentaje altísimo de personas no saben interpretar. Pero cuando se habla de «letra de médico» todo el mundo entiende que se alude a garabatos de interpretación imposible que ponen en riesgo nuestra salud y nuestra vida. Dicen los especialistas que en España estamos en situación privilegiada en el control de los errores clínicos, y otros aseguran que las recetas ininteligibles tienen los días contados con la llegada de la prescripción electrónica (ya instalada en muchas consultas del Sergas) y de la receta electrónica. Pero, al mismo tiempo, los médicos veteranos atribuyen despectivamente una buena letra en una receta a alguien de prácticas, y sólo los más sensatos buscan cuando menos una disculpa a tan peligrosa y asentada conducta en la falta de tiempo para hacerlo mejor. Los farmacéuticos parecen más preocupados por la cuestión que los médicos, quizá porque actúan como retaguardia y porque son en definitiva quienes ponen en manos de sus clientes el producto que, en teoría, les devolverá la salud. Es muy frecuente que en el momento en que le entregamos una receta nos pregunten si somos el paciente y para qué nos han prescrito aquel producto. «El farmacéutico acaba conociendo la letra de los médicos más habituales de su zona, pero el problema es que incluso puede haber dos medicamentos para una misma indicación con nombres similares», señala Rosa Lendoiro Otero, presidenta del Colegio Oficial de farmacéuticos de A Coruña. Un caso realmente claro era el de Aftol y Actol (a éste ya se le ha cambiado el nombre). Aunque la Agencia Española para el Medicamento no acepta que se inscriban fármacos con denominaciones similares, la letra de los médicos hace que las confusiones se multipliquen hasta el infinito. Tanto es así, que en el sector tienen muy claro que los jóvenes licenciados o los ayudantes rara vez se entienden solos al principio. Ellos, como cualquier otro profesional, comienzan por interesarse por el paciente y por la razón que llevó a la prescripción del fármaco. Si persiste la duda, es precisamente el cotejo con el titular de la botica o con otros compañeros veteranos el segundo filtro que se establece. Luego, cuando es posible, se recurre a llamar al médico. Pero éste es un camino pocas veces practicable: «Del mismo modo que hay un sistema de alerta del Sergas hacia los farmacéuticos, hemos pedido que exista otro en dirección inversa, pero no lo hemos conseguido aún», señala Rosa Lendoiro. Si por esa vía no hay solución al jeroglífico de una receta, aún cabe la alternativa de buscar información en los distribuidores, sobre todo cuando se trata de nuevos productos. Finalmente, los centros de información del medicamento, que comenzaron a funcionar en 1992, constituyen desde los colegios el último bastión. María Jesús Vigo es la responsable del Centro de Información del Medicamento de A Coruña. «Somos un servicio para atender cualquier duda de los farmacéuticos en relación con las prescripciones», explica. Son cinco los titulados que asumen este cometido: «Recibimos unas 55 llamadas al día por término medio, que llegan hasta el centenar en situaciones como la reciente entrada en vigor de los precios de referencia y que también aumentan con la aparición de fármacos nuevos para enfermedades comunes, como acaba de ocurrir con la nueva insulina». Muchos de los problemas que los farmacéuticos han ido señalando de errores potenciales y reales por similitud en los nombres tienen que ver con medicamentos de administración sólo hospitalaria, que es donde por las características de los pacientes y la intensidad de los tratamientos pueden resultar más peligrosos. Los márgenes se seguridad son más elevados en los demás casos. Entre el 15 de noviembre del 2003 y el 31 de marzo del 2004, la campaña que luego se mantendría sobre prevención de errores de medicación ocasionados por similitud de los nombres de los medicamentos recibió de los farmacéuticos de toda España 937 notificaciones, pero de ellas sólo ocho casos suponían un daño temporal al paciente y la necesidad de intervención en el mismo. Ningún daño permanente y ningún error mortal. Pero más de medio millar de parejas de fármacos con nombres que podrían confundirse.