La última técnica contra el Parkinson

Por Dolores Vázquez

SANTIAGO

El clínico de Santiago es un hospital de referencia en la estimulación cerebral profunda, una intervención utilizada para paliar los problemas motores de los pacientes de Parkinson

04 dic 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

El hecho de que sea una técnica relativamente reciente hace que todavía la estimulación cerebral profunda no sea suficientemente conocida a nivel general, pero resulta muy efectiva para paliar algunos de los aspectos más visibles de los pacientes con enfermedad de Parkinson, como son sus temblores. Con esta técnica se abordan diferentes patologías del sistema nervioso central, tanto neurológicas como psiquiátricas, mediante la implantación de electrodos en el cerebro, que van conectados a generadores de impulsos que actúan de forma similar a un marcapasos que también se implantan en el paciente. Este marcapasos lo que hace es generar una actividad eléctrica, que se transmite a estructuras muy puntuales del cerebro en las que queda implantado el electrodo, con el objetivo de mejorar la sintomatología de la enfermedad. La intervención consiste en trepanar el cráneo del paciente, y con un sistema de referencia cartesiano, que dará un posición espacial, y después de una serie de comprobaciones, implantar el electrodo en la estructura adecuada. El electrodo tiene cuatro contactos a través de los que pasa la corriente. Esta corriente, con unas características muy concretas, consigue mejorar de forma importante la sintomatología del paciente. El marcapasos que produce esos estímulos se implanta, subcutáneamente, al nivel del abdomen o de la clavícula, y va conectado con unos cables al electrodo que lleva el paciente dentro de su cerebro.

Criterios para la cirugía

Es una intervención que se realiza principalmente en pacientes con enfermedad de Parkinson, aunque estos deben cumplir una serie de criterios para ser candidatos a este tipo de cirugía. Algunos de los criterios incluyen: un mínimo de cinco años de evolución de la enfermedad, una buena respuesta al test de sobrecarga con levodopa y el límite de edad para la intervención de 70 años. Existen más criterios, pero el último mencionado sería relativo dependiendo del estado general del paciente.

El implante de todo el sistema es permanente, aunque se debe renovar el marcapasos a los cuatro o cinco años, debido a que la batería se agota. Es en ese momento cuando se puede comprobar cómo habría evolucionado la enfermedad si al paciente no se le hubiese intervenido. Con la renovación del marcapasos el enfermo vuelve a mejorar en su sintomatología.

Es la mejor alternativa, hasta el momento, a la medicación con la que se tratan los problemas motores de la enfermedad de Parkinson, como son los temblores, la ejecución de movimientos de una manera lenta, la rigidez o la inestabilidad postural.

«Con la medicación se consiguen los mismos resultados, pero no perduran en el tiempo porque al cabo de cinco o siete años, por término medio, los pacientes dejan de conseguir beneficios del medicamento y aparecen fluctuaciones y complicaciones motoras. Por eso se introduce la estimulación cerebral profunda, para intentar que el paciente esté más tiempo en estado óptimo», explica el doctor José Luis Relova, médico adjunto en el Clínico de Santiago y miembro del equipo multidisciplinar que realiza esta técnica.

Este especialista matiza que, si bien la enfermedad progresa, porque es neurodegenerativa, en los pacientes intervenidos la sintomatología se controla mucho mejor. Otro de los beneficios que resalta es que se consigue que los enfermos sean más independientes y autónomos, además de una importante reducción de la medicación que necesitan tras someterse a esta intervención.

Doce años de experiencia

«En febrero hará 12 años que llevamos realizando este tipo de cirugía y tenemos una de las series más grandes de España, con 240 pacientes», explica Relova Quinteiro. El Clínico es referencia nacional y el único centro en Galicia donde se realiza esta técnica. A escala internacional todavía son pocos los que la aplican. Es una metodología que ha ido pareja al avance tecnológico, pues requiere el registro de la actividad individual de cada neurona para la localización precisa del núcleo cerebral en el que quedará implantado el electrodo que aplica la terapia. «Necesitamos unos equipos de neuronavegación, que son una especie de GPS del cerebro, además de sistemas de registro neurofisiológico bastante complejos. Todo eso unido a que el paciente está despierto cuando se hace la intervención. Tenemos que saber si el lugar donde se coloca el electrodo produce mejoría clínica y eso no se puede conseguir con el paciente dormido», explica Relova.