Premio a un trabajador feliz

>Ana Abelenda ana.abelenda@lavoz.es

SANTIAGO

Emilio Urberuaga, galardonado con el Nacional de Ilustración por toda su obra, dice que disfruta tanto con lo que hace que concibe su trabajo como un premio

09 nov 2011 . Actualizado a las 11:31 h.

Su obra ha llegado a Tokio, y para eso no ha necesitado ser un tecnoadicto. Solo dibujar sobre papel. Quizá porque la calidad de una obra va más allá de la técnica, hasta ese principio que anima el dibujo. Es lo que le da vida y suele llamarse alma. Emilio Urberuaga (Madrid 1954), distinguido con el Premio Nacional de Ilustración 2011, no escapa de la Red, pero sigue utilizando el material papel para dar suelo a los seres que nacen de su imaginación. Uno de los más populares que el ilustrador ha ayudado a traer al mundo es ese niño redondo con flequillo que vive parapetado tras las gafotas que le dan nombre.

Para más señas, Manolito García Moreno. Conocido en su barrio y entre el común de los lectores como Manolito Gafotas, fue la escritora Elvira Lindo quien concibió y escribió al personaje, pero ha sido Emilio Urberuaga, al dibujarlo, el que le ha dado el aspecto que tiene. Lo mismo ha hecho el artista con el resto de los personajes de esta serie de aventuras que escribe el lenguaje de lo cotidiano, seres animados que luego han interpretado personas de carne y hueso. «Una mezcla de ingenuidad, lenguaje técnico traído por los pelos y graciosa sabiduría» distinguen, según Lindo, a Manolito, del que Urberuaga nunca reniega.

El dibujante, que se prepara el lanzamiento de las obras Picolo y Nuvola, en la editorial Narval, y Quién anda ahí (Kókinos), empezó su trayectoria como ilustrador en 1982 y ha trabajado técnicas como el grafismo, el gravado y la estampación.

Tras treinta años de carrera recibe el Premio Nacional de Ilutración, del Ministerio de Cultura, como «un chispazo, para que la gente recuerde que hay un mundo infantil que es prioritario: el futuro». Coautor de Me como esa coma, un original manual de ortografía escrito por José Antonio Millán, dice que disfruta tanto de su oficio que entiende su trabajo como un premio. Será por el alma que lo anima, pues afirma: «Trato de que mi trabajo sirva para hacer mejores humanos». Sin trazos superfluos.