«Moita xente vai disfrutar do rural, pero súfreno os que viven alí»

Xosé M. Cambeiro SANTIAGO/LA VOZ.

SANTIAGO

El presidente de Ferusa pide flexibilidad para fijar la población periférica y recuerda que hasta hace poco la feria de ganado estaba en el centro de la ciudad

08 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

José María Juncal vio coronados hace poco sus más de veinte años de movimiento vecinal con el homenaje oficial de Raxoi. Es el presidente de la Federación del Rural y sigue siendo, 22 años después, responsable de la asociación de A Peregrina, el barrio que le vio nacer y le ve morar. La parroquia que, en su niñez, llegaba a Compostela a través de corredoiras. El medio de transporte habitual era la bicicleta. En el año 66 llegó el primer tractor y, con él, los aires modernos a A Peregrina. «Foi o tractor de meu pai. Eran contados os que había en Santiago», matiza José María.

Por la parroquia pululaban decenas de niños y niñas, que iban a escuelas separadas por sexos. Tras su paso por la Escola de Mestría (IES de San Clemente), Juncal aterrizó en la Universidad Politécnica de Madrid, de la que salió hecho un formal profesor de Física y Química.

Pontevedra, Santa Comba, Ordes y el CIFP Compostela (Escola de Hostelería) fueron las sucesivas etapas en su peregrinación definitiva a la capital gallega. Los futuros hosteleros intentaban conjugar la física y la química con la cocción de los arroces, y sudaban en el aula de José María Juncal. «Era unha laboura difícil e ingrata ensinarlles algo do que non querían saber nada, pero creo que o toleraban ben», dice el profesor, que se prejubiló el pasado año al frente del CIPF Compostela.

Siendo socio de la asociación de A Peregrina, un buen día de 1988 le auparon a la presidencia de la entidad, hace 22 años. El PXOU de 1989 germinó en un nuevo impulso vecinal y le convirtió en fundador y primer presidente de la Federación de Asociacions do Rural (Ferusa). Dieciséis entidades están integradas. Nació la Federación porque «a problemática do mundo rural é moi específica». Y tanto. Los «urbanícolas» cuestionan, por ejemplo, la frecuencia del transporte, y los agrestes, su inexistencia. Unos hablan de mejora de servicios básicos, y otros de carencia. «A periferia permanece aínda ao marxe. Estamos mesmo por debaixo dalgúns concellos limítrofes», lamenta José María.

El Plan Xeral y la Lei do Medio Rural fueron los momentos que trajeron de cabeza, por encima de otros, a los moradores de la periferia agreste. «O Plan foi restrictivo, e a Lei máis restrictiva aínda». Y aclara: «Unha leira para patacas non a quere ninguén, pero para facer unha casiña, sí. Hai que ser máis permisivos se queremos fixar poboación rural». Los vecinos discutieron mucho con urbanistas y técnicos: «Son partidarios de protexer. Nunhas cousas teñen razón e noutras esconden obxectivos non moi claros». ¿Y con el alcalde? «Non podemos queixarnos da súa atención, pero débese a unha formación política e a lei é consensuada».

Hay aspectos, como la segregación de parcelas, que José María cree que van a mejorar, pero se queja de que hay cosas que el ojo político y el técnico no ven, como el tratamiento de la finca en parte construible y en parte rústica. Los vecinos sí lo ven.

Una buena alternativa de ocio es ir al campo, disfrutarlo. Los compostelanos lo hacen a menudo. Pero en medio del sano y bucólico paisaje hay viviendas, instalaciones y vecinos. «O rural non so hai que disfrutalo, tamén hai que sufrilo. Moita xente vai disfrutalo, pero súfreno os que residen alí e teñen a vida e a actividade alí. E ese é o rural real, non o ficticio».

Y, encima, hay visitantes que censuran el olor a purín. «Recordo que non hai moito a feira facíase no centro da cidade e non debemos esquecelo», evoca Juncal. El proceso «desruralizador» la puso en el disparadero.