«Las farolas de sombrero que hay en muchas calles no son buenas»

Xosé M. Cambeiro SANTIAGO |

SANTIAGO

Dice que el Observatorio es referencia internacional, apuesta por un cielo limpio, siente pasión por el club Obradoiro y pide menos tráfico en el Campus Vida

06 nov 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

José Ángel Docobo empezó a ver las estrellas en Compostela, a donde llegó desde A Coruña casi recién nacido. Pero las miraba con mucha más curiosidad que el resto de los mortales y ahí marcó su destino. Hizo el bachillerato en el Xelmírez, a caballo entre Mazarelos y San Caetano, a donde trasladó los bártulos el instituto. José Ángel ayudó a portarlos. Él y un par de compañeros cargaron con un esqueleto humano y, a patas, lo llevaron calles arriba hasta San Caetano ante el pasmo de los demás viandantes, convertidos en mirones. «Creo que aún está en el Xelmírez, porque los esqueletos duran más que nosotros», comenta.

Tras doctorarse en Zaragoza (allí dio su primera clase a los 22 años y se amilanó al ver a 150 alumnos), José Ángel regresó a Santiago como profesor de Astronomía y en 1983 le dieron las riendas del Observatorio Astronómico, un ruinoso centro que sobrevivía a duras penas bajo la voluntariosa dirección de Vidal Abascal. El nuevo director empezó a mover hilos: aparatos científicos y personal iban llegando al campus y se fraguaban proyectos de investigación.

El Observatorio Ramón María Aller creció y hoy en día el personal se jacta de disfrutar de uno de los mejores telescopios de España y de una serie de cámaras de interferometría de suprema calidad. Las cúpulas manuales se tornaron automáticas. «El Observatorio es hoy una referencia internacional en estrellas dobles y múltiples», refiere Docobo, convertido él mismo en referencia internacional. Infinidad de actividades científicas, congresuales y divulgativas emanan de este centro universitario. ¿Y la demanda del alumnado? «Es superior a la de otras universidades de España», recalca.

Siempre se dice que la Universidad está disociada de su entorno social. El Observatorio no va por ahí. «Nosotros procuramos que la gente se acerque a lo que hacemos en la Universidad y lo valore. Hay un contacto con la sociedad constante y directo», subraya Docobo. La memoria del centro avala sus palabras.

A veces los proyectos, arduamente peleados, chocan con los elementos y embarrancan. Le ocurrió a Docobo con la iniciativa de una estación en el monte Faro, asumida por la Xunta. El proyecto estaba redactado y los terrenos expropiados. Ciertas circunstancias, entre ellas el Prestige , enviaron el nuevo observatorio al garete. «Fue una pena», lamenta.

Lo malo para el Observatorio es que mira un cielo cada vez más poluto. «La contaminación lumínica está creciendo de forma descontrolada», se queja. En Santiago, por ejemplo, no puede verse ya la Vía Láctea. «El cielo de Santiago necesita pasar por un control importante. Hay cantidad de luminarias que no deberían estar hacia arriba». Las farolas del sombrerito, que abundan como setas en las rúas compostelanas, son un ejemplo de mala luminosidad. Y acaban de ser instaladas en el parque de As Cancelas. Mal hecho.

El entuerto lo arreglaría una ley autonómica. Docobo ha estado reclamando esta normativa, que eliminaría la insalubridad de la mala iluminación, y cree que algún día caerá de madura. La propia Catedral, y el propio José Ángel lo palpa desde su domicilio, está deficientemente iluminada. «Se debería cuidar eso», sugiere. El mismo Observatorio es víctima de los focos contaminantes del campo de fútbol.

Santiago, ¿sigue siendo una ciudad de lluvia? La mayor o menor carga de pluviosidad se ha venido alte­rnando en los últimos años. «Este año va bastante seco, aunque quedan los meses más duros», matiza.