Verdades y mentiras sobre la prostitución

Héctor Juanatey

SANTIAGO

Médicos del Mundo invita a la reflexión con la muestra «¿Mujeres de vida alegre?»

22 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

¿Hay algo de alegre en la vida de las mujeres que se dedican a la prostitución? Esta es la pregunta que lanzan Médicos del Mundo en una exposición organizada en Área Central como preámbulo al Día Internacional contra la explotación y el tráfico de mujeres, niños y niñas (23 de septiembre). El título, ¿Mujeres de vida alegre? La respuesta, por desgracia negativa al conocer las experiencias de las cuatro mujeres que protagonizan el acto. Son cuatro: Puri, María José, Andrea y Hellen. Cuatro vidas abocadas por una u otras razones al mundo de la prostitución. Puri, nacida en Ourense, deja bien claro a los visitantes lo que vivió. En un momento en el que el debate sobre la prostitución acapara todas las portadas, ella cuenta toda la verdad. «Isto é unha puta mentira, porque o mundo da prostitución é unha mentira». ¿Mujer de vida alegre? La respuesta es no. Su padre era un maltratador, ella se fue a «facer a calle» para poder ayudar económicamente a su familia. El resultado fue «moito diñeiro, moitas enfermidades e moito desprezo». Las caras de los visitantes, que se acercaban con sus hijos «a ver que é isto», se tornan cada vez más serias, ante la incrédula mirada de su niño. Puri también tuvo uno, pero lo perdió por culpa de la sífilis. Murió y fue ahí cuando se juro que «nunca me volverá tocar un home». María José vino a España desde Colombia. Licenciada en Derecho y Educación Física, llegó al país casada con un español. Ella, que después del divorcio se vio sola y con 16 euros en el bolsillo, aseguró no tener más opción que dedicarse a la prostitución. Su forma de evadirse consiste en entrar en la habitación y «convertirme en Carmen, como Nicole Kidman, luego salgo y vuelvo a ser María José». ¿Mujer de vida alegre? No. «Non é doado nin alegre, xa non creo en ninguén». Algunos de los visitantes prefieren no seguir leyendo. Con la cara abajo, deciden marcharse, quizás pensando «yo no tengo nada que ver en esto». Otros prefieren quedarse, ver y conocer. La siguiente es Andrea, una checa diplomada en turismo que habla cuatro idiomas. Llegó a España por recomendación de una amiga que le dijo que encontraría trabajo. Se refería a ejercer de prostituta. No tenía dinero y tuvo que hacerlo. Conoció entonces el lado más inhumano de las personas. Maltratos, vejaciones, insultos, abusos... Amores que le robaron, le engañaron... «Hai xente que pensa que son un animal, que non son unha persoa. Somos iguais á xente que vai ver a exposición, somos persoas, non animais». ¿Mujer de vida alegre? Evidentemente no. «Non é doado». Sin palabras La última es Hellen. De ella no se conoce más que el nombre y que al igual que las demás, acabó en el mismo infierno. En su cartel tan solo hay líneas en blanco. No quiso hablar, quizás porque ya no confía en nadie, quizás porque perdió toda esperanza por salir. Mientras, y con solo unas fotografías de Hellen, los visitantes parecen encontrarse peor con las demás. Y es que el silencio mata. Por eso ya no habla. Son tan solo cuatro personas, pero se calcula que en el mundo hay entre 700.000 y dos millones de mujeres con las que se trafica. Varias personas se acercaban a leer la información. Nadie hablaba. La gente leía y se marchaba. Mañana es el Día Internacional contra la explotación y el tráfico de mujeres. Aquí se sabe y muy pocos intentan provocar la reflexión. Mientras, ellas continuarán convirtiéndose en Carmen cada vez que alguien entre en su dormitorio.