Prostitutas, heroínas y olvidadas

SANTIAGO

Diez meretrices del Pombal arriesgaron su vida hace 60 años para salvar a las víctimas de un destartalado autocar que se incendió; tres personas perecieron

21 dic 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

El 29 de enero del 2010 se cumplirán sesenta años de una tragedia que dejó una profunda huella en la ciudad. Murieron tres de los 28 ocupantes de un destartalado autocar de la empresa Manolito después de chocar violentamente el vehículo contra un platanal de Indias. Y los demás, casi todos, salvaron la vida gracias a la intervención espontánea y entregada de diez prostitutas del Pombal, que se jugaron el pellejo para rescatar a las víctimas de un cacharro con ruedas que se convirtió en la caldera del infierno.

Juan Santos Barreiro, que hoy tiene 79 años, es uno de los supervivientes del accidente del Iberia Sporting, un club de fútbol que era filial del Santiago.

Conocido con el sobrenombre de Chucho, Santos Barreiro tuvo la mala suerte de estar en el lugar donde no debía y en el momento menos apropiado. Pero, por lo menos, puede contarlo.

«Eu era defensa no Santiago -narra Juan- e esa fin de semana tiñamos que ir a León co equipo para xogar contra a Cultural Leonesa. Pero Lafuente, o noso presidente, e o presidente do Iberia eran moi amigos, e como o Iberia tiña que xogar un campionato de aficionados co Bergantiños, acordaron que dous do Santiago, un defensa e un medio, non foran a León e quedaran para reforzar ao Iberia en Carballo». La propuesta se la hicieron a Chucho y a Zúñiga. «Como non tiñamos moitas ganas de ir a León, dixémoslle que si, que iríamos a Carballo», recuerda Juan.

Aquel domingo 29 de enero de 1950, todo lo que podía salir mal, salió mal. El autocar de la empresa Manolito, con capacidad para dieciocho personas, salió con retraso de Sar, cerca de las tres de la tarde. «Era un coche vello, feito un desastre -explica Chucho- carrozado en madeira, cos bancos corridos, un coche de ir á feira».

Tan apretados iban los 28 que el encargado del material, Juan Arcos, de diecisiete años, decidió que haría el viaje encima del autobús, en la parte habilitada para transportar la carga. Mala elección. Coincidió también que un vecino de Vimianzo, Luciano Lafuente, de 23 años, acababa de llegar a Santiago, procedente de A Estrada, «donde había hecho un pago de mil pesetas por la construcción de una carrocería de automóvil», señala la crónica de Pepe Alvite publicada en La Voz de Galicia el 31 de enero de 1950.

Lafuente llegó demasiado tarde a Compostela y perdió el autobús a Vimianzo. Así que, sabedor de que el Iberia llevaba su mismo camino, pidió si, por favor, serían tan amables de hacerle un hueco en el autocar de Manolito para no tener que pernoctar en la ciudad. Generosos donde los hubiera, los del Iberia lo subieron a bordo.

Quedaban por delante muchos kilómetros hasta Carballo y salían tarde. Así que Manolo, el conductor, decidió no perder más tiempo. «Ao pouco de saír estivo a punto de darlle a un dunha moto», cuenta Juan Santos.

Después de girar en Porta Faxeira, el autocar de la empresa Manolito enfiló la bajada del Pombal, que estaba adoquinada hasta el cruce con la rúa das Hortas. Técnicamente, hoy se hablaría de «velocidad inadecuada a las condiciones de la vía».

Llegando ya a Galeras, y en el desnivel donde terminaba el adoquín y empezaba una pista de tierra, el coche dio un bandazo a la izquierda y chocó contra un árbol. Con el rebote, se fue a la derecha y acabó empotrado en un platanero de Indias de una fila de árboles que había donde hoy se levantan edificios. Ocurrió «fronte por fronte» del viejo edificio de Fenosa. «O coche quedou clavado e comezou a arder», recuerda Chucho. El depósito de gasolina se incendió y el vehículo se convirtió en una terrible bola de fuego. «Eu puiden saír pola porta de atrás, pola manía que teño de viaxar sempre no lado da dereita», recuerda el veterano defensa del Santiago, que solo se quemó un poco el pelo y la gabardina que llevaba puesta.

El rescate que se produjo a continuación fue tan impresionante como el propio accidente. De un prostíbulo del Pombal, ubicado en una casa que hoy ya no existe, salieron una decena «de mujeres públicas» -como explica Santiago Losada Paletó- y, arriesgando sus propias vidas, se metieron en el verdadero infierno cubiertas con mantas mojadas. Uno a uno, fueron sacando a todos los viajeros que les fue posible, cuentan los más viejos que hasta un total de quince.

La crónica de Pepe Alvite en La Voz ensalza el valor de Ricardo Casal, directivo del Iberia, que viajaba sin saberlo en el coche que lo llevaría al otro mundo pero que, antes de perecer, herido de muerte, en un sanatorio de la ciudad, ayudó a evacuar a todos los heridos que pudo. En el accidente murieron también Juan Arcos, el encargado del material que ocupaba plaza sobre el autobús, y Luciano Lafuente, el vecino de Vimianzo que había dejado pagada en A Estrada la carrocería de un coche.

Todos los demás, a excepción de Chucho, resultaron heridos de gravedad, sobre todo con fracturas en brazos y piernas y quemaduras. El superviviente recuerda a un tal Lázaro, «moreno el, forte, o pai tiña o Bar Galicia, chegando ao Banco de Santander». Lázaro sufrió graves quemaduras, pero se recuperó. Santos Barreiro cree que todavía vive, al igual que Zúñiga, al que perdió la pista hace muchos, muchos años.