«Yo fui un rector político»

EDUCACIÓN

Es el artífice de la actual Universidad de Santiago y ahora se dedica con pasión a la investigación: «Tengo tres alumnos que son mucho mejores que yo», avisa

13 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

Cuando era rector, Carlos Pajares (Madrid, 1945) trabajaba en un despacho de cinco metros cuadrados. Un día entró en él un profesor que tenía una oficina de doce metros para pedirle una más grande. «El otro cuando me lo decía y veía cómo estaba yo, decía: "Bueno, es igual, si no se puede..."». Es catedrático de Física Teórica. Su despacho ya es un poco más grande, pero sigue siendo austero. Detrás de una mesa llena de papeles y un teléfono de disco, recuerda, cuenta y opina.

-Usted fue el primer rector democrático. ¿Cómo fue esa época?

-Fue una época... Yo estoy muy orgulloso de ella. Fue una época muy dura, pero se hizo una transformación muy positiva de la Universidad. Cuando yo cuento cosas que pasaban, nadie se lo cree. La gestión se hacía con papel y lápiz y que un investigador fuera al extranjero era noticia. Se cambió fuertemente la Universidad, sobre todo en investigación. Prácticamente todos los programas que hay ahora en investigación son de esa época. Yo tenía un equipo muy bueno, muy bueno: Emilio Pérez Touriño, Luis Iglesias Feijoo, Guillermo Rojo, Joaquín Álvarez Corbacho, Pepe Sordo, Alfredo Bermúdez de Castro...

-Eran todos de izquierdas.

-Pretendíamos un cambio en la Universidad para parecernos a las europeas. Galleguizamos la universidad. También me tocaron las transferencias del Estado a las autonomías, y se hicieron razonablemente bien. Yo, que seguí las transferencias a Cataluña y el País Vasco, puedo decir que aquí se hicieron en mejores condiciones. Hicimos un equipo muy razonable con María Jesús Sainz, la conselleira [del PP].

-Y le tocó dividir la Universidad de Santiago en tres, porque usted era el rector de Galicia.

-Fue un proceso muy delicado, porque la gente pensaba que era político. En el 86, yo hice un razonamiento que era el siguiente: si a finales del siglo XX vamos a tener 100.000 estudiantes, que fueron los que tuvimos, ¿cómo se puede dar mejor docencia en Galicia? Una universidad única en siete ciudades era muy complicado. Se podía estructurar en tres universidades con un tamaño razonable. Yo creo que fue lo mejor. Las 500 personas del claustro lo votaron, excepto doce abstenciones, y la unanimidad del Parlamento gallego.

-¿Cuál fue la mayor reforma que hicieron?

-[Piensa] Sobre todo, fue de gestión total. Hay quien diría que yo fui un rector gestor, pero no, fui un rector político, en el sentido de hacer una gestión política general. Fue una reforma de mentalidad, de abrir la universidad, que sea normal ir al extranjero y pasar dos o tres años. Otra de las grandes cosas con las que estoy muy contento es el concepto de biblioteca. Antes los libros estaban en cada departamento o despacho, había bibliotecas de centro. Pero no una gestión unificada, del concepto de Biblioteca de la Universidad de Santiago.

-Lo que pasa es que, como estaba todo aún naciendo, también hubo mucha...

-[Se adelanta] Hubo mucha tensión. Yo llevaba tres meses y quemaron la puerta del rectorado. Yo no digo quién es... Aquella época era aquella época. Hubo una vez que unos estudiantes me retuvieron en un debate en el Colegio de Médicos. Llevaban ya dos horas y pico. Los que habían organizado el acto empezaban a discutir con los estudiantes para que me dejasen... y yo, sigilosamente, cogí y me largué. Entonces escuchaba por la radio: "Están negociando a ver si el rector puede salir... ¡pero ahora parece que no encuentran al rector!" [se ríe a carcajadas]. ¡Yo me había largado en el fragor de la discusión! Esas cosas pasaban...

-La investigación le preocupa mucho. ¿Cómo la ve en la Universidad de Santiago?

-En España estamos entre las diez primeras, pero eso no es ningún consuelo. Si se cuentan las mundiales, andamos entre la 400 y las 500. Hay departamentos que están muy bien y otros que son muy malillos. En investigación es muy difícil estar compitiendo en la frontera del conocimiento, hace falta moverse muchísimo, discurrir muchísimo, con gente muy competitiva, y no es fácil. Hay un 30% del profesorado que no hace nada y dan las mismas clases.