La Administración desaprovecha la oportunidad de salvar vidas, pero a cambio entierra dinero

SANTIAGO

07 sep 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

La Administración tiene en sus manos los medios para salvar las vidas de decenas de moteros que, cada año, acaban mutilados, en el mejor de los casos, o muertos por culpa de lo que el colectivo llama a gritos «guardarraíles asesinos».

No han sido pocas las protestas contra unas vallas que son auténticas máquinas de matar. La última, en Santiago, se convirtió en la mayor movilización de moteros jamás realizada en la capital de Galicia. Pero su clamor parece haber caído en saco roto cuando la Administración decide seguir instalando cuchillas de afeitar en los márgenes de las nuevas carreteras, más concretamente en la autovía de Brión y, con toda seguridad, lo hará también en la de Cacheiras.

Los motoristas contribuimos a agilizar el tráfico de las ciudades y utilizamos vehículos que contaminan menos que los coches. Pero a la Administración le da lo mismo.

Las últimas estadísticas ponen el grito en el cielo con las muertes de peatones y motoristas. Pero se habla poco de cuántos muertos y cuántos mutilados podrían haber vivido si quienes mandan en nuestras carreteras hubieran hecho los deberes. Con el dinero del plus de altos cargos aprobado por la Xunta o con una pequeña parte de lo que se entierra a paladas en el Gaiás, los guardarraíles asesinos dejarían de serlo. No vale de nada ponerlos en unos pocos kilómetros, la muerte acecha en todo el recorrido. Se sabe que el coste es más alto que las medidas de protección convencionales, pero el precio de salvar vidas no puede ser una excusa.

El colectivo de moteros sabe movilizarse cuando hace falta, y lo mismo que desde la Dirección General de Tráfico y desde las instituciones se le exige respeto a la normativa, uso del casco y conducción responsable, ellos reclaman que alguien se tome de una vez en serio la sustitución de las guillotinas de nuestras carreteras. Pero no. La autovía de Brión lucirá unos vergonzosos quitamiedos -que deberían llamarse metemiedos- porque no están los tiempos para gastar en salvar vidas; hay mucho dinero que enterrar.