«Ahora no soy tan feliz. No quiero ser una carga»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Julio Arosa, que desde bebé sufre parálisis cerebral, relata su día a día

29 oct 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Vive en la parroquia de San Xulián, en Marín, pero hace vida en Pontevedra. Julio Arosa Allariz, usuario del centro de día de Campolongo de la asociación Amencer-Aspace, tiene 48 años y desde que tenía unos meses sufre parálisis cerebral.

Pese a sus graves problemas de motricidad y a sus dificultades para expresarse verbalmente, Julio quiere ser una persona independiente. Es de los socios más veteranos de Amencer, adonde acude para día para participar en diversos talleres. En este centro de día para la promoción de la autonomía personal que atiende a un máximo de 17 personas mayores de 18 años, lo consideran un referente. «Julio es una persona con muchas limitaciones, pero con mucha fuerza de voluntad. Para nosotros es casi un ejemplo a seguir por su afán de superación», apunta David Villaverde, director del centro.

Julio acepta participar en el reportaje y contar su historia después de saber cuál va a ser el enfoque. Recibe a La Voz en Amencer. Con una sonrisa y un guiño en sus ojos azules. Desde su silla de ruedas se esfuerza en que sus palabras se entiendan. No tiene prisa ni inconveniente en repetir sus respuestas dos y hasta tres veces. Cuando la comprensión no es posible o el periodista entiende lo que no es, echa mano del teclado del ordenador y lo aclara letra a letra.

La vida de este hombre se hizo todavía más dura cuando hace tres años perdió a su padre. Mucho antes había muerto su madre. Vive solo, aunque con ayuda. «Me echan una mano mis hermanos y otros familiares y una asistenta personal de la Xunta», explica. Lo levanta la persona que ese día duerme en casa y a las 8 horas llega Begoña, la asistenta que está con él de lunes a viernes. El fin de semana tiene a otra. Después de desayunar y del aseo, lo vienen a buscar. A las 10 llega un coche adaptado de Cruz Roja, que lo traslada a Amencer o a Fimega, donde hace rehabilitación.

Normalmente, come en el centro de día. «Por la tarde salgo con tres compañeros a tomar café y también hago la compra», comenta Julio. El paso por el híper Froiz es una tarea que le gusta especialmente y que realiza sin problemas gracias al apoyo de las cajeras. «Compro yogures, fruta, fiambre, galletas y cosas para casa», relata. ¿Y qué tal se portan las empleadas? «Muy bien, a veces me ayuda Fátima, otras Vanesa, Isabel, Estela o Mónica. Son muchas».

Tras la compra, se desplaza hasta el edificio de Cruz Roja. Es voluntario desde 1989 y tiene el reconocimiento de monitor y director de tiempo libre. Suele estar de 16 a 18 horas. «Paso documentos a ordenador. Estoy muy agradecido a Cruz Roja, porque gracias a ellos soy monitor».

Malos momentos

En sus ratos de ocio, a Julio le gusta ver la tele -«un poco de todo», dice-, y menos, leer y escribir. Sigue el fútbol y es aficionado del Real Madrid. «También fui algún día a ver al Marín en San Pedro», añade. Aunque es una persona optimista y alegre, como todos también tiene sus momentos bajos. «A veces lo paso mal porque no me entienden. Hace tiempo me caí de la silla en la calle y la gente no sabía qué hacer. De aquella aún era capaz de subirme yo solo», recuerda. Julio es consciente del paso del tiempo. Le preocupa el futuro y la vejez: «Ahora no soy tan feliz como antes. Le doy muchas vueltas a la cabeza, yo no quiero ser una carga para nadie, se pasa mal. Antes tenía más ganas de luchar», se lamenta.

Su reflexión es lógica. En el centro de día de Amencer puede estar hasta los 60 años. Después tendría que buscarse otro centro o una residencia. El objetivo de esta asociación de familias fundada en 1991 es responder a las necesidades específicas de las personas con parálisis cerebral y patologías afines. Para ello, un equipo multidisciplinar ofrece una atención integral a través de servicios especializados y con criterios de calidad. En el caso del centro de Campolongo, uno de los tres que tiene Amencer en la provincia, la filosofía es clara: «No vienen a un colegio ni a pasar el tiempo, vienen a trabajar».