Portonovo, una aventura chiquita

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Trece locales apuestan por relanzar la Ruta dos Viños como alternativa al ocio nocturno

30 jul 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La esencia de Portonovo se sirve en un vaso de vino, aunque en los últimos años se haya hecho popular por hacerlo en uno de tubo. Los vecinos apenas saben ubicar la calle Méndez Núñez, pero cualquiera sabe guiar a un turista por la «rúa dos viños», esa empinada calle que sube desde la lonja hasta la plaza de San Roque.

Lo que durante años fue el escenario escogido por los marineros para descansar tras una noche de faena se convirtió con el paso del tiempo en la Ruta dos Viños. Aunque este era un recorrido habitual entre los vecinos no se le conoció con este nombre hasta que en 1984 Manuel Bea, propietario de A Dorniña, colgó por primera vez en la entrada un cartel de «Benvidos a rúa dos viños», durante las fiestas de San Roque.

El ocio nocturno ha ido ahogando por incompatibilidad muchos de estos locales, que hoy se han agrupado para resurgir la tradición. La unión hace la fuerza y por lo de pronto, cada uno de los 13 bares han colgado en su puerta un cartel de la asociación Ruta dos viños. El Concello ha instalado un par de paneles informativos con el recorrido y ahora toca que unos y otros apuesten por recuperar las tradiciones y convertir las chiquitas en un atractivo turístico.

Éxito en el pasado

Acodados en una barra, la mujer de Bea Silva, Vilma, recuerda cuando la ruta era lo único que había: «Hace años había tanta gente que si cayese un alfiler del cielo lo haría sobre una cabeza».

Emeterio Gómez Pérez lleva 16 años veraneando en la villa y cada año se queda un poco más, tanto que lo han hecho socio del club de jubilados. Es un habitual de la ruta y apuesta por su revalorización. Lo confiesa sentado frente a una taza de vino. Por que en Sanxenxo además de en copas, el vino se sirve en taza. Muchos locales lo acompañan de una tapa por un precio que varía entre 1 y 1,5 euros. Otros clientes, los más nostálgicos y profesionales, todavía mojan el pan en el vino tinto.

Trece no es mal número

El Mesón Fontán, Todo a Babor, Bar Otero, A Dorniña, Pandullo, Burás, Risonsiño, Cova de Ons, Mar do Pintor, Bodeguiña, O Camouco A Fontana y Scala son el recorrido perfecto, pero subir 13 vinos al hombro es demasiado, así que muchos de los vecinos empiezan por abajo y «hoxe lle toca a uns e otro día a outros».

Las hermanas Ángeles y Josefa Otero, del Bar Otero, son otras de las veteranas de Méndez Núñez. Nacieron en un bar que ya regentaban sus padres antes de la Guerra Civil.

Ahora lamentan en lo que se ha convertido la zona y aunque sus paredes guardan la esencia de entonces «tivemos que solicitar un permiso de bar especial para pechar a mesma hora que os bares de copas e asi cando nos deitamos, podemos durmir». A pesar de su edad, no cierran hasta las cuatro y media de la mañana.

La ruta sigue hasta la plaza de San Roque. La cuesta se hace más empinada cuantos más bares subes. Los reyes de todos siguen siendo el albariño y el ribeiro, en taza, por supuesto, pero los coros los hacen en casi todos los altos del camino unos pimientos de padrón, la clásica tortilla o en verano, las tapas frías. Todos los hosteleros apuestan por consolidar la ruta y hacer que las chiquitas sea eterna.

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