Treinta años de los hundimientos

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA/LA VOZ.

PONTEVEDRA

El pasado 27 de abril se cumplieron tres décadas del naufragio provocado del «Ibsa I» e «Ibsa II». Nadie llegó a ser juzgado, aunque las sospechas recaen sobre Sea Shepherd

23 may 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Al principio, las sospechas apuntaron hacia Greenpeace, pero treinta años después el tiempo parece haber puesto las cosas en su sitio. Cuando el pasado 27 de abril se cumplieron las tres décadas del atentado que hundió en Marín a los balleneros Ibsa I e Ibsa II -Industria Ballenera, S.A.-, las miradas se dirigieron a la organización Sea Shepherd.

De hecho, no deja de ser paradójico de que en su página web, en el apartado dedicado a la historia de esta organización que muchos tachan de ecoterrorista, se refiera que, en 1980, «los balleneros piratas Ibsa I y Ibsa II son hundidos en Vigo (sic), España. Los hundimientos cumplen las violaciones de la cuota que la flota ballenera española tenía asignada». Treinta años después de aquel 27 de abril nadie ha sido juzgado.

¿Cómo se explica esta confusión? La respuesta es, en principio, sencilla. Y es que, a finales de los setenta, el capital Paul Watson fundó el Pastor del Mar o Sea Shepherd. Anteriormente había sido uno de los cofundadores de Greenpeace. El cambio de rumbo del canadiense fue «debido a los desacuerdos sobre las tácticas» del organización primigenia. La nueva dirección de Greenpeace «era contraria a las campañas de acción directa».

El 007 de Greenpeace

En la página de Sea Shepherd se añade que Watson abandonó el colectivo ecologista del que era el socio 007, número que, al parecer, aún conserva, «porque creía que los objetivos originales de la organización estaban siendo comprometidos y por la necesidad global que vio de una organización que siguiera con las actividades de conservación de acción directa en alta mar y que haría cumplir las leyes con el fin de proteger la vida marina salvaje».

Pronto demostró que, en esta nueva etapa de su vida, no iba a seguir por los mismos derroteros que la anterior. De hecho, en 1978, compró un buque que bautizó como Sea Shepherd. Meses después, ya en el año 1979, en aguas portuguesas, el Sea Sheperd persiguió y embistió al ballenero Sierra, acabando con su carrera.

El 29 de abril de 1980, José Luis Adrio Poza recogía en La Voz unas declaraciones del capitán en las que arengaba a su tripulación antes de que se produjese el abordaje de la embarcación chipriota en el puerto luso de Leixoes: «Lo que vamos a hacer es ilegal, pero tampoco hay derecho a lo que hace el Sierra».

El buque de Watson fue apresado por la Armada lusa, y ante el temor de que «sea entregado a la Sierra Trading Company», el capitán tomó una decisión que ha pasado a la posteridad. La de, en compañía de su jefe de ingenieros, hundir el viejo arrastrero reconvertido en insignia de los autodenominados piratas ecológicos, título también de una serie documental de gran éxito en la televisión anglosajona que siguió las peripecias de la tripulación de Paul Watson durante la campaña 2007-2008.

Y llegó el 27 de abril de 1980. Era la una menos cuarto de la tarde cuando detonó una carga explosiva en el Ibsa I, que estaba atracado en el muelle comercial de Marín. Apenas una hora más tarde, explosionaba la segunda en el Ibsa II.

Solo se registraron daños materiales, ya que a bordo de los mismos no había tripulante alguno. Los desperfectos pudieron ser más cuantiosos, toda vez que el Ibsa III estaba amarrado al lado del segundo de los balleneros hundidos cuando se produjo la primera de las deflagraciones. Fue entonces cuando se tomó la decisión de trasladarlo a uno de los muelles de la Escuela Naval Militar de Marín para inspeccionarlo. De no haberse hecho así, a buen seguro hubiera sufrido las consecuencias de la explosión del Ibsa II. No se halló ningún indicio de que albergase un tercer artefacto.

Aquel día «un viejo lobo de mar» comentaba a La Voz de Galicia que «la primera explosión creo que fue más potente que la segunda (...). Pero el susto de verdad nos lo llevamos cuando estábamos en el muelle, una vez alejado el Ibsa III, y sobrevino la segunda». Si bien «el ruido no fue tan intenso, sí que causó pánico en algunas personas que estaban viendo lo que había ocurrido». «No lo entiendo», concluía este testigo.

En todo caso, este ballenero junto con el Ibsa I, según recogía por aquel entonces el diario El País, quedaron «hundidos en un fondo de unos tres metros con marea baja, por lo que solo asoma a la superficie el puente. Con marea alta quedan prácticamente sumergidos». El atentado se produjo veinticuatro horas antes de que los balleneros saliesen hacia Cangas para iniciar una nueva campaña de capturas tras haber pasado varios meses de reparaciones y mejoras.

Se da la circunstancia de que, meses antes de este atentado, el Ibsa I fue objeto de un ataque cuando estaba amarrado en Corcubión. La Voz de Galicia, por aquel entonces, reseñaba que los daños «fueron de escasa importancia, que no le impidieron realizar sus habituales tareas pesqueras».

Tras el sabotaje, «los ecologistas continuaron hostigando a los buques de esta clase, dedicando su atención al Ibsa III, al que imposibilitaron sus faenas de pesca». Treinta años después de los atentados, Manolo Caamaño, de la Central Unitaria de Traballadores (CUT), lamenta que la investigación de los hundimientos «quedou nunha nebulosa».