Retrospectiva de la Alameda pontevedresa

Elena Larriba redac.pontevedra@lavoz.com

PONTEVEDRA CIUDAD

10 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El Ayuntamiento ha venido insistiendo mucho en que la recuperación del esplendor patrimonial de la Alameda de Alejandro Sesmero iba a ser el objetivo de las obras que ya están a punto de rematar. El proyecto, encargado al arquitecto Jesús Fole, fue definido desde el principio por la concejala, Teresa Casal, como fuertemente conservacionista en el marco de una actuación integral de restauración de uno de los espacios más emblemáticos y significativos de Pontevedra. Esa recuperación del diseño original se aprecia, sobre todo, en la configuración del mirador de la cabecera sur, que remata en la escalera pétrea de dos cuestas que comunica con el barrio alto de San Roque. Las dos grandes columnas o «pilonos» que flanquean la escalinata han recuperado la altura original de seis metros que tenían en 1928 y sobre ellos se van a recolocar las efigies de los leones de piedra con el escudo de la ciudad que en estos últimos años adornaron el vestíbulo de la Casa Consistorial.

En los años 50, dichos pilares fueron fuertemente recortados a la altura de la balaustrada en una de las sucesivas reformas parciales, no siempre afortunadas, que se acometieron en el recinto a lo largo de su historia. Y los leones que los coronaban fueron sustituidos por unos copones a modo de jardineras. Aunque la obra aún no está rematada, el cambio no ha pasado desapercibido para los ciudadanos. Por ejemplo, para José Luis Rodríguez Lorenzo, que se ha molestado en comparar la imagen actual que presenta la cabecera con los pilares recrecidos con una fotografía postal de 1932, que demuestra lo que era y vuelve a ser la cabecera sur de la Alameda, aunque en la postal no aparecen los leones.

El proyecto de reforma integral que acaba de acometer el Ayuntamiento ha tenido muy en cuenta la historia del recinto. Antes de la construcción del tempo de Santo Domingo ya se conocía este espacio urbano con el nombre de «Campo da Verdade», «Campo das Rodas» y después como «Campo de Santo Domingo», debido a la creciente influencia del convento. En 1648 los dominicos convertirían el entorno de su edificio en un lugar agradable para el paseo. Y en 1847 se cerrró mediante muros de cantería una porción de aquel campo correspondiente con la actual Alameda. Pero fue con la expansión urbanística de finales del XIX, que hizo efectiva el arquitecto Sesmero, cuando se culmina el proceso de formación de este espacio emblemático.

Posteriormente, en el año 1927, el Ayuntamiento encargaría al por entonces arquitecto municipal, Emilio Salado, la elaboración de un proyecto para embellecer la parte sur de la Alameda, un privilegiado mirador que al parecer remataba con un simple muro que daba hacia el terraplén de la vía del tren. Salado realizó un diseño de clara influencia del movimiento artístico Art Decó para ese final de la Alameda que hoy se pretende recuperar, con su magnífica escalera de cantería adornada con los dos grandes pilares de seis metros de altura y rematados estos pedestales con las efigies de los leones pétreos sosteniendo el escudo de la ciudad. En esta cabecera sur se está procediendo también a la restauración de los mosaicos de azulejo pintados por Carlos Sobrino, que realzan aún más este entorno.