«A veces son tan importantes las obras como el lugar donde están hechas»

PONTEVEDRA

El creador evoca su infancia en Campolongo y se muestra especialmente crítico con las actuaciones llevadas a cabo en los espacios públicos de Pontevedra

04 jul 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Arte y naturaleza son dos conceptos esenciales en la trayectoria vital y profesional de Sergio Portela. Creador multidisciplinar, ha cultivado la pintura, la escultura, la fotografía y el vídeo. Su preocupación por el medio ambiente hizo que probara en la política a través del partido Os Verdes y que haya colaborado con varias asociaciones en defensa de la naturaleza. Y en los últimos años ha compaginado su faceta artística con la de empresario a través de la firma Phiartquitectura, destinada a la plasmación de proyectos que conjugan ciencia y arte, siendo útiles a las necesidades humanas, pero también a su entorno.

Nació en Madrid, pero desde que tenía pocos meses hasta los 17 años vivió en una casa en San Pedro Alcántara, que hoy evoca como su rincón favorito, aunque la fisonomía de la calle sea ahora muy distinta. «Era una casa preciosa de piedra, y aunque no tenía ningún elemento de confort sí tenía espacios y estaba en plena naturaleza -recuerda-. Nosotros veíamos salir y ponerse el sol. Había como cinco chalés en la calle y me acuerdo todavía del río Gafos sin tapar y de ver el horizonte». «Era un sitio precioso -añade- y recuerdo también que vivíamos sin cerrar las puertas con llave. Fuera, por un lado había un jardín más culto y después otro más de abastecimiento, con frutales. Te daba una libertad fantástica y al tener el espacio de Campolongo enfrente, salíamos por la mañana y hasta la noche no volvíamos a casa».

Pese a que le disgusta el aspecto actual de esa calle, reconoce que el barrio de Campolongo «es de lo mejor que se hizo en la ciudad, dentro de lo que cabe». «Aunque los edificios son de altura, mantuvo el espacio natural; tiene vistas, tiene espacios para que jueguen los chavales y es como un barrio residencial de lujo, aunque su connotación casi sea de vivienda de protección oficial», señala.

Una opinión radicalmente distinta tiene de las distintas actuaciones que se han llevado a cabo en espacios públicos de Pontevedra. «Lo que hace este gobierno municipal con el mobiliario urbano y los espacios públicos es un insulto a la tradición, la evolución y a la inteligencia», sentencia. Os Verdes habían protestado por ejemplo contra la tala de las catalpas de A Verdura y la eliminación de los bancos de la plaza, «cuyo paradero es otro misterio, junto al de los ovnis».

De la Illa das Esculturas, un ejemplo de conjunción de arte y naturaleza, cree que solo ha sido buena «la idea» y espera ahora que tras la reforma, la Alameda no pierda ni un ápice de su encanto. «Es uno de los entornos más interesantes -comenta-. Es una Alameda muy culta, sostenida sobre una gran maceta que son todos los bancos que hay alrededor y cuya intención era proporcionar vistas a la ría. Ahora, entre las casas, la cruz, no hay vistas... Pero los bancos son unas losas preciosas. Cada uno tiene su personalidad, es una losa personal y, al final, el conjunto es como una sociedad».

Aunque ha crecido empapado de arquitectura -la profesión de sus padres, César Portela y Pascuala Campos- no fue hasta hace tres años en que empezó a volcar su vertiente artística en este campo. A él lo primero que le interesó fue la pintura. Pero no hizo la carrera de Bellas Artes, «porque echando cuentas me di cuenta de que por el mismo dinero lo ves en los sitios directamente». «A veces son tan importantes las obras en sí como el lugar donde están hechas; si quieres entender las cosas, no puedes hacerlo a través de una fotografía», matiza. «Tienes que respirar el sitio, comer como come la gente, olerlo y puedes entender por qué se hacen esas cosas».

Fruto de esa convicción son sus múltiples viajes alrededor del planeta; «algo que te abre un montón la conciencia», aunque este año de momento no tenga planes. Sí tiene encargos en su faceta de escultor, como seis obras para una iglesia de jesuitas en Sevilla, así como otras para un parque de Cádiz y también para unos edificios en Bilbao.

En España y en Galicia, la colaboración en los proyectos arquitectónicos de su padre ha sido estrecha y ha participado con sus obras en las estaciones de autobuses de Huelva y Córdoba, el Museo del Mar de Vigo o en el Centro Social Caixanova, sus esculturas más conocidas en la ciudad pontevedresa. En este caso, cree que en general están teniendo una buena acogida: «Sí se valora mucho, sobre todo porque tratándose de arte figurativo, todo el mundo sabe dónde queda un ombligo. Y si te confundes unos milímetros en la nariz, puede cambiar la expresión de un ojo».