Bodas de oro sacerdotales

Chelo Lago consuelo.lago@lavoz.es

MARÍN

14 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Tal día como hoy, pero de hace cincuenta años, es decir, el 14 de marzo de 1959, Severino Ramón Rey Lapido, don Severino para los parroquianos, fue ordenado sacerdote, por lo que cumple sus bodas de oro en el sacerdocio. Nacido en Padrón el 31 de agosto de 1933, «el día de san Ramón», apostilla, fue bautizado en el santuario de La Esclavitud, lugar en donde celebró su primera misa y también la de su 25 aniversario, sus bodas de plata. Ahora será distinto y las de oro las celebrará en su parroquia de Santa María de Mourente, «con la familia de carne y sangre y también con la familia parroquial», dice, para añadir que «la gente me quiere y yo también a ellos, y una comisión organizó los actos». Consistirán en una misa el próximo domingo, día 22 de marzo, «concelebrada por una docena de sacerdotes», y una comida en Casa Otilia, de Campelo. «En vida -recalca-, hay que celebrar la vida y la salud».

Este sacerdote, que como único antecedente tenía un primo hermano de su madre cura, ingresó en el seminario compostelano en el año 1946. Es el mayor de siete hermanos, una de ellas, Ana Rey, religiosa en Pontedeume. «Mi padre -comenta- quería que estudiase una carrera breve, que fuera maestro, porque ser cura llevaba mucho tiempo». Pero «al tercer curso de estar en el seminario, vino a buscarme para llevarme a América, donde estaba, un tío paterno mío que además era mi padrino, Andrés, pero yo ya tenía claro que quería ser cura y me quedé», explica entre risas. De su etapa interno en el seminario recuerda la disciplina. «Era una vida muy metódica, de disciplina, de estudios, de piedad, también de juegos, y salidas de paseo los jueves». Ordenación. Con una memoria a prueba de fechas y de anécdotas, recuerda que fue ordenado sacerdote por el cardenal Quiroga Palacios, hace justamente hoy 50 años. Su primer destino lo trajo ya a las Rías Baixas, en donde permanece. «Me nombraron coadjutor de Marín y cura encargado de Mogor. Me vine el 5 de abril de 1959 y me acompañó mi madre, que era muy atrevida. Me apareció en tren en Cesures». Rememora que allí lo acogieron con mucho cariño y estuvo tres años, hasta 1961, atendiendo Marín, Cantodarea y Mogor. Luego se acercó a su actual destino, pues vino de cura ecónomo para Cerponzóns y Verducido, y después ya fue nombrado párroco de Mourente, precisamente también en marzo, de 1963. «Ya llevó aquí 46 años, amiguiña -comenta-, y lo que quiero ahora es hacer las bodas de oro en la parroquia, porque me faltan solo cuatro años. A ver si tengo salud y si llego, ya tengo pensada una fiesta grande». De salud, precisamente, no se queja, aunque confiesa que tiene «algunos achaquitos, de diabetes, artrosis...». Piensa que tuvo suerte de que le tocara siempre por las Rías Baixas «porque si me meto en la montaña, allá arriba... que sé yo... me gustaba esta zona y estoy encantado». Además, compagina su cargo con el de capellán del Hospital Montecelo, nombramiento que data del año 1987. Y allí está «de guardia y encantado. A mí los enfermos me hacen mucho bien pero yo también les sirvo; la gente quiere cariño y da gusto». Anécdotas. Severiano Rey recuerda que en Marín «compré a plazos una moto y una Velosolex en Mourente», con la que se desplazaba para atender a sus feligreses. Aún se acuerda de la matrícula, y de que llevaba en ella hasta a cinco niños de Marín a Mogor, uno de pie delante, otro detrás, y los otros en la rueda de repuesto, cuenta entre risas, algo impensable en la actualidad. «Yo allí pase lo mejor de mi vida; en Marín fue una maravilla y conservo numerosos amigos». Muchos de ellos estarán en su homenaje. En cuanto a las vocaciones, dice que es una pena que no las haya y que como en la economía, en ese aspecto también «vivimos una crisis tremenda». Ello le impide, tanto a él como al resto de compañeros de curso -«somos 25 los que aún estamos en activo»- jubilarse, a pesar de los 75 años cumplidos que tiene.