Opiniones contrapuestas entre los veinteañeros y rechazo frontal por parte de los veinticuatro horas

L. P.

PONTEVEDRA

24 ago 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«Tenía que venir Lores y cortar una cinta para inaugurarlo». La habilitación del recinto ferial como botellódromo no gusto por igual a todos los jóvenes que ayer se desplazaron a este entorno.

Mientras algunos aludían a que se trata de un zona nada resguardada de las bajas temperaturas y con muy escasas opciones de ponerse a cubierto en caso de lluvia, otros defendían su reubicación e, incluso, entendían que en el casco histórico suponían un grave incordio para los vecinos que allí residen. Sin embargo, uno de los peros a este emplazamiento más extendidos era el potencial peligro que puede implicar la cercanía del río Lérez. Aunque había quien se lo tomaba con humor: «Si uno está muy pedo, siempre puede darse un chapuzón para despejarse».

Durante la primera madrugada de botellódromo, la llegada de pontevedreses a este entorno fue muy escalonada. Si a primera hora, apenas no se vía más que a una pareja en plan romántico, a medida que fueron pasando las horas la presencia de veinteañeros se incremento. Entre que unos grupos se iban y otros llegaban, el punto álgido de la noche se produjo en torno a las dos de la madrugada, cuando cerca de cuatro decenas de personas disfrutaban de sus bebidas.

Unos combinados que, en muchos casos, carecían de alcohol. Y es que fueron bastantes los que se quedaron helados cuando acudieron a un veinticuatro horas y les informaron que tenían prohibido su comercialización por pasar de las 22 horas.

«Sabíamos que no se podía beber en la calle pero no teníamos ni idea de que no pudieran vender botellas», se lamentaba un potencial cliente ante la imposibilidad de hacerse con dos botellas de White Label y una tercera de JB.

Si entre los jóvenes hay división de opiniones, entre los responsables de estos negocios parece ser unánime. Todos los consultados, más o menos veladamente, critican la implantación de la ordenanza: «Cuando tengamos que echar el cierre, ¿vendrá Lores a vernos?».

Un empleado explicó que el fuerte de sus ventas se produce en las madrugadas del fin de semana, cuando los noctámbulos acuden para adquirir algo de alcohol y aprovechan la circunstancia para comprase cualquier otro producto. «Venga véndeme unas cervezas que tengo el coche a la puerta y no está la policía», insistía un joven, al tiempo que juraba en arameo contra la ley seca pontevedresa.