El Pontevedra se atasca ante un Vecindario superior tácticamente

PONTEVEDRA CIUDAD

11 feb 2008 . Actualizado a las 10:30 h.

El Pontevedra se ahogó en el vaso de agua que le sirvió el Vecindario. El equipo canario llegó a Pontevedra con la lección aprendida y se creció al ver que en Pasarón era factible sacar tajada. Y así fue. Los granates pecaron de mordiente arriba y sufrieron más de lo debido atrás ante el que sigue siendo el peor visitante de la liga.

Un ejemplo clarificador de la impotencia local fue el capitán Vázquez, que comenzó como el resto del equipo, demasiado revolucionado. Solo así se explica que en los primeros compases el veterano asturiano fuese apercibido verbalmente de ser amonestado y que Nicolás Bonis errase en un saque de puerta, sin oposición, sembrando de nuevo las dudas sobre su estado de nervios.

El Vecindario esperaba todavía agazapado atrás sabiendo que tal y como habían ido las cosas en la liga en los últimos meses, únicamente las faltas cerca del área y los balones bombeados aliviarían su apuesta futbolística. Y fruto de ello llegó el gol anulado de Conocchiari al cuarto de hora de partido.

Para entonces el juego granate se había volcado descaradamente hacia la banda izquierda donde una vez más, la asociación Jonay-Moré generaba más peligro y más variantes que ninguna otra sobre el césped de Pasarón. En el otro costado, los centros eran escasos y la mayoría de ellos eran rechazados por los primeros defensas canarios.

Cambio de sistema canario

El técnico visitante, Pacuco Rosales, sabía que si no hacía cambiar las cosas, el Pontevedra acabaría marcando algún gol y por eso se la jugó trastocando el esquema. Nené, el lateral izquierdo, salió del campo por Poncho y dejó su plaza a Rubén Coméndez, que hasta ese momento jugaba de enganche en ataque, mientras que Poncho se colocó en la medular. Con ese cambio, el experimentado Monteagudo se situaba por delante de la defensa y tanto Vladimir como el propio Poncho dotaban al cuadro canario de una posesión y control muy superiores a los del Pontevedra.

Fruto de este cambio llegaron las mejores ocasiones visitantes y con ellas el agobio de Javi Gracia y los suyos.

El primero en avisar por parte canaria fue Míchel, que con un peligroso disparo cruzado evidenció que los locales no tenían su día y semejaban un equipo parco en recursos, tanto en defensa como en ataque. Poco después, y ya al filo del descanso, la conexión Míchel-Conocchiari volvía a funcionar y Bonis volvía a tener problemas para ahuyentar el peligro de su meta.

Llegó entonces el descanso y ahí todo el mundo pensaba que Gracia se decantaría por cortar la hemorragia interna de su equipo en el medio del campo e introducir a Turiel. Pero no fue lo que hizo. De hecho el Pontevedra respondió bien tras la pausa de los vestuarios y volvió a hacerse con el mando del partido. Sin embargo poco duraría el regocijo del técnico porque el Vecindario, superados los primeros diez minutos de la segunda mitad, se percató de que el terreno estaba abonado para intentar romper su pésima racha a domicilio y la razón más poderosa para darse cuenta de la evidencia fue la facilidad con la que llegó la triangulación entre Vladimir, Poncho y Míchel, que no entró por poco.

Más madera

Tal y como estaba el panorama, Gracia optó por echar más madera a la hoguera en la que se había convertido el encuentro. El Vecindario seguía cómodo buscando sus huecos y fijando bien su defensa para la desesperanza de Javi Rodríguez e Igor. La primera víctima deportiva fue Guimeráns, que a los 55 minutos le dejaba su sitio a Gato. Con este cambio el Pontevedra se había destapado como un grupo de jugadores ofensivos que dejaban la contención para los zagueros. Rico, Víctor, Moré, Gato, El Rifle e Igor, es decir, todo el arsenal, no veían puerta y por eso poco después introdujo el técnico a Dani, buscando más frescura.

Aún así, el peligro llegaba a cuentagotas y a balón parado. La mejor oportunidad llegó tras el saque de una falta, que remató Vázquez pero y que rechazó el meta Javi Muñoz y que Javi Rodríguez no pudo meter el gol que ya se cantaba.

La respuesta canaria llegaría en un disparo franco de Arostegui que se perdió por línea de fondo pegado al palo. El correcalles de entonces, el partido, volvía a tener mala pinta para el Pontevedra. Salió Turiel pero no fue suficiente.

Los canarios pedían la hora y perdían todo el tiempo que podían, el árbitro constataba sus dudas a la hora de pitar cada acción y los granates bombeaban balones, algo a lo que no están acostumbrados, en busca de algún rechace que nunca llegó.