Lotería

Paco Sánchez*+pacosanchez@lavoz.es

PONTEVEDRA

22 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

El gordo no puede hacer nada hoy por mí, aunque caiga en alguno de los décimos que llevo. Mejor dicho, sí que puede. No mejoraría nada mi vida, pero me alegraría mucho porque esos décimos los juego con alguien o me los ha regalado alguien a quien quiero, y esto transforma radicalmente las cosas.

Si me pongo a pensar en lo que significaría el gordo para mis padres, para mis compañeros de trabajo o para mis amigos, me viene el cosquilleo ese que deben de provocar los juegos de azar. Y entonces fantaseo y ya me imagino la fiesta y las risas.

El dinero, en realidad, no puede cambiarte ni volver reales tus sueños, a no ser que sueñes sueños pequeños. Tampoco los regalos de estos días pueden hacer nada por ti. Lo que en realidad nos transforma es la alegría de los otros: a mejor, si su alegría nos alegra; a peor, si su alegría nos entristece. Por eso lo más importante, casi lo único bueno de los regalos de estos días, es el afecto con el que se entregan o con el que se reciben. Ahí nos lo jugamos todo.

No sé ustedes. A veces me llega un obsequio de cierto valor acompañado de una tarjeta sin firma siquiera. Y lo agradezco. Pero agradezco mucho más tres o cuatro líneas en las que alguien, en el fondo, solo dice que te recuerda. Recordar no es poco porque propendemos al olvido. Recordar a alguien es hacerle vivir más aunque esté vivo, porque significa injertarlo en otra biografía, como un esqueje que tiene vida propia en la historia de otra persona. Recordar es una forma, a veces dolorosa, de agradecimiento, salvo para quienes solo se recuerdan a sí mismos. Este año no he podido felicitar a mis amigos. Ni siquiera he logrado contestar sus cartas, correos o tarjetas. Pero les recuerdo y me duele que piensen que les he olvidado. Cambiaría el gordo de hoy por poder abrazar a cada uno y desearles, como a ustedes, feliz Navidad.