Un pastor alemán de O Barco salva la vida a un caniche al «donarle» medio litro de sangre

O BARCO DE VALDEORRAS

11 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Tak no sabe lo que es una anemia. A sus tres años no lo comprende. Ni a los tres ni nunca, porque Tak es un perro. Tampoco sabe lo que significa la palabra solidaridad, pero, en cambio, él la pone en práctica; hasta tal punto que su generosidad le ha valido para salvar la vida a otro perro.

Ese otro es Pipa, una mezcla de caniche y shih-tzu que llegó a la clínica veterinaria Valcan, en O Barco de Valdeorras -la misma en la que Tak se hace los chequeos- «en un decadente estado de salud». Sin apenas poder andar, no comía y presentaba una «anemia galopante», por lo que los veterinarios convinieron que lo que necesitaba el chucho con mayor urgencia era una transfusión. Y pensaron en Tak.

Quien lo cuenta es Ángel Pérez Mayo, su propietario, que no dudó un momento en responder a la llamada del veterinario pidiendo la colaboración de su pastor alemán. «Necesitaban un donante sano, vigoroso y bien cuidado, vacunado y desparasitado», cuenta Pérez, que cogió a su perro y se acercó hasta la clínica. Allí le sacaron medio litro de sangre (alrededor de una novena parte de la que fluye por las venas del héroe), sin que este hiciera ningún ademán de levantarse de la camilla.

Una vez que la sangre cambió de cuerpo, los resultados no se hicieron esperar. Apenas ocho horas después de la transfusión, Pipa «ya estaba juguetón, comiendo y moviendo el rabo en señal de agradecimiento», relata Pérez. Al día siguiente le fue dada el alta y pudo regresar a su casa.

Por su parte, Tak recibió su particular dosis de agradecimiento en forma de «un paté especial», cuenta su propietario, que le ayudó a recuperar los glóbulos rojos prestados a Pipa. «Se quedó sin el clásico bocata de jamón o chorizo, ya que no era bueno para su organismo», relata Pérez entre risas. Pero no faltaron las gominolas que tanto le gustan.

La primera vez

La de la semana pasada no era la primera vez que Pérez y su perro recibían una llamada de este tipo, pero sí la primera que llegaban a tiempo. «Ya nos llamaron en dos ocasiones anteriores, pero fue demasiado tarde», cuenta este barquense. Y es que, cuenta con resignación, «hay gente que espera hasta el último momento, con eso de que a ver si el perro se recupera solo, antes de llevarlo al veterinario; y después pasa lo que pasa», dice.

Su caso, dice, es todo lo contrario. «Adoro a mi perro, y él me adora a mí», cuenta. Y eso se ve cuando humano y animal se juntan en el patio de su vivienda en O Barco. De nuevo vuelven las gominolas a escena, para premiar el buen comportamiento de Tak.