«No es lógico mantener a equipos de élite en Ourense si no se pueden sustentar»

Antonio Nespereira

OURENSE

El único árbitro ourensano en división de honor es partidario de que se potencie el deporte base y el apoyo a los noveles

15 dic 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Tiene mérito que no le hayan temblado las piernas cuando debutó en Primera División en un Betis-Real Madrid hace siete temporadas, cuando él tenía 34 años. Porque ir a pitar a los predios de don Manuel Ruiz de Lopera cuando este era en Sevilla casi tan venerado como el Jesús del Gran Poder y no arrugarse es como para que le llamen torero. Pero Bernardino González Vázquez salió ileso , incluso feliz de aquel trance. Y mira que es excepcional que a un árbitro no le menten todo el árbol genealógico y no para bien precisamente. «A los insultos nunca te acostumbras, porque te afectan, pero estamos adiestrados para no darle importancia», responde con naturalidad. Como tampoco a las agresiones, de las que se ha escapado por fortuna, «salvo una patada en el culo que me dieron un día arbitrando en divisiones inferiores».

El único árbitro ourensano que milita en la división de honor y pita partidos de la UEFA se colocó el silbato por primera vez entre los labios cuando tenía 18 años y fue en el campo de los Salesianos. Aquel momento pervive hoy en su recuerdo -como el resultado, 1-11 en un partido de alevines-, por eso posa para el fotógrafo en este rincón. Él había jugado al fútbol en el Seixalbo, «hasta que una lesión me obligó replantearme el seguir». Fue entonces cuando decidió meterse en el mundillo que frecuenta hoy con notable éxito. «Me lo propuso un vecino y le dije que no, aunque luego decidí pitar un partido y me di cuenta que aquello era bastante más difícil de lo que yo pensaba». Pero se enganchó. A partir de ahí, carrera meteórica.

Juez de la contienda

La jerga al uso bautiza a los de su profesión con varios términos: árbitro, colegiado, director de la contienda o juez. Pero no significan lo mismo. Juzgar esa una cosa muy seria para Bernardino González porque «un juez analiza unos hechos y establece quien es culpable o inocente, yo únicamente aplico un reglamento, un código, pero no determino quien debe ganar o perder». Esa es la máxima que se aplica en cada partido, seguro también mañana cuando pite en Valladolid.

Le quedan unos tres años para jubilarse . Luego, a seguir en su profesión de distribuidor de vinos -jamás prueba una gota de alcohol, ni siquiera la víspera de un partido- y tal vez a disfrutar de su familia a la que no dedica tanto tiempo como quisiera porque tiene constantes desplazamientos, además de las once o doce horas semanales que dedica a mantenerse en forma, más los partidos «en los que corremos más que los jugadores».

Sus dos hijos, de corta edad, todavía no saben a qué se dedica su padre «ni tampoco me apetece mucho, sobre todo cuando hay polémica».

Parece que el resto de su familia tiene asumido el riesgo de su profesión. Tiene siete hermanos y pertenece a un núcleo familiar emigrante en la ciudad alemana de Frankfurt, de la que regresaron cuando él tenía quince años. «Nunca me sentí emigrante allí ni excluido aquí cuando regresé porque tuve la suerte de integrarme bien».

Deporte en la ciudad

Pero conoce los sinsabores de la diáspora porque vive en una provincia que por desgracia sabe mucho de hacer maletas, no para ir de vacaciones precisamente. Ve a la ciudad con cierta pujanza, pero lánguida en velocidad de desarrollo, insuficiente en todo caso para que las nuevas generaciones perpetúen su apuesta por esta tierra.

Ourense es una ciudad pequeña, incluso muy pequeña para pretender, por ejemplo, «mantener en la élite del deporte al fútbol y al baloncesto, porque no parece lógico mantener a entidades que la propia ciudad no puede o no quiere sustentar».

Por eso su apuesta es el deporte base «y fomentar la práctica deportiva entre los jóvenes, como fuente de salud y de potenciación de hábitos sociales positivos». Pero para eso hace falta instalaciones deportivas, monitores y equipamientos «y en Ourense no los hay o no son suficientes».

Distribuidor de vinos

Aunque uno de sus desvelos es el arbitraje, este mundillo -tal vez por ser efímero-, no lo es todo en su vida. Bernardino González gestiona una empresa que se dedica a la comercialización de vinos de las diferentes denominaciones de origen. Es un sector en auge, con un generoso margen de crecimiento que él ve «con mucho futuro». Elude inclinarse por marcas o demarcaciones geográficas, tal vez para no herir a sus clientes. Pero sí observa «un trabajo muy positivo a favor de la calidad en una provincia con tantas denominaciones de origen como la nuestra».

Sin embargo, reconoce la excesiva fragmentación de las marcas y bodegas. «Hay demasiadas bodegas, alguna con una producción muy pequeña, aunque la mayoría se venden bien, incluso algunas muy bien», matiza. De todos modos, las ventas intentan sortear las restricciones que se imponen a los conductores. Aunque de acuerdo con las medidas de control para evitar accidentes, Bernardino González reconoce que la hostelería acusa una merma considerable en la venta de de vinos. De todos modos, pese a venderlo, curiosamente no lo suele beber, por lo menos frecuentemente: «solo con determinados platos y en contadas ocasiones».