La oposición, la patria, el PP y el PSOE

| XOSÉ LUÍS BARREIRO RIVAS |

OPINIÓN

12 oct 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

EL GOBIERNO hace patria gobernando, y la oposición ¡haciendo oposición! Así, con una tautología, inició Parménides la metafísica: «Sólo el ser es, porque es ser; en cambio el no-ser no es». Y así debería rotularse la entrada de los parlamentos, para que nadie confunda la virtud del patriotismo con la obligación de sacarle las castañas del fuego al Gobierno cuando, por irreflexión o chalaneo, se mete en camisas de once varas. Aunque la idea suena fuerte, y debería ser matizada, es evidente que el Estatut de Maragall nace contra el PP. Su origen está en la necesidad de alcanzar un acuerdo tripartito para desalojar a CiU del poder e interrumpir su ciclo de alianzas con los conservadores. La razón por la que se aceleran los trabajos es la presión revisionista ejercida por ERC. El motivo por el que Zapatero entra en liza y promete apoyar cualquier texto consensuado, sin hacer referencia a su idoneidad, es el deseo de afianzar su mayoría en el Congreso. Y el hecho que margina al PP del pacto catalán es que, lejos de haber acuerdo sobre un texto congruente y bien elaborado, se consensúa una amalgama de posiciones irrenunciables -la nación estatalizante de ERC, la financiación privilegiada de CiU y el blindaje competencial del PSC- en la que Josep Piqué, que va camino de ser el mejor político catalán, no quiso entrar. Rodríguez Zapatero estaba convencido de que sus socios jugaban a poder, y que, dada la imposibilidad de llevar a puerto una reforma estutario-constitucional para la que no hay consenso ni mayoría suficiente, iban a marear la perdiz hasta que el gran líder pudiese convocar y ganar, por mayoría, unas elecciones anticipadas. «Así -pensaba el presidente- podré ordenar el patio, dejar plantado a Carod-Rovira y volver a las constructivas alianzas con el pujolismo». Pero ERC y CiU, como los postes y el árbitro, también estaban en el campo, y ambos adoptaron estrategias más propensas a hacerse con el electorado catalán que a consagrar a Zapatero como el mago de Oz de la política española. Y por eso pasa lo que pasa... Pero que nadie se confunda. Lo que hay sobre la mesa no es una crisis de Estado, ni un fallo estructural del sistema democrático. Lo único que se debate es la capacidad de Zapatero para mantener su mayoría. Por eso no cabe apelar al patriotismo del PP para que salve el bache. Lo que debe hacer Rajoy es mantener su discurso, mirar al tendido con cara de póker y esperar a que Zapatero anteponga la idea de buen gobierno a la de estabilidad en el poder. Si lo hace, habrá que ayudarle. Y si no lo hace, habrá que afilar la puntilla para cuando llegue el momento oportuno. Porque ese es el deber de la leal oposición.