Y el sacerdote Leonard Cohen se convirtió en apóstol

Ruth Nóvoa de Manuel
Ruth Nóvoa OURENSE/LA VOZ.

CULTURA

El concierto del cantautor canadiense fue el más emotivo del Xacobeo 2010

13 sep 2010 . Actualizado a las 23:08 h.

Por obra y gracia del año santo, millones de personas pusieron y pondrán rumbo a Santiago. Y por obra y gracia del Xacobeo 2010, cuatro mil peregrinos se marcaron Ourense como destino para abrazar al apóstol de la canción. Para estrechar, desde las gradas del pabellón Paco Paz de Ourense, a Leonard Cohen.

Ayer hacía poco más de un año que el cantautor canadiense ?-cuyo apellido significa sacerdote en hebreo- hizo magia en Castrelos. Y ayer empezó su único concierto de esta gira en España con la misma canción con la que deshizo al público vigués en el 2009. Invitando a quienes lo escuchaban a bailar con Dance me to the end of love. Los primeros aplausos dejaron claro que a sus fieles, a los que lo siguen a todas sus ceremoniosas actuaciones, no les importa que repita el sermón ni el orden de sus líricos mandamientos.

Al igual que los que se ponen la mochila a la espalda para llegar a Compostela lo hacen por diversos motivos -la fe, el deporte o la aventura-, aquellos que ayer acompañaron a Cohen en la víspera del estreno de su nuevo disco, Songs from the road, lo hicieron llevados por diferentes razones. Los devotos llegaron por su pasión por el artista. Los que no lo eran tanto, y apenas sabían tararear Suzanne o Take this Waltz, por la casi obligación de no faltar al concierto de uno de los grandes.

En realidad hubo un motivo más. Las entradas distribuidas por los organizadores, que provocaron que hubiera mucho neófito en primera fila -zona compartida por los fans que fueron más rápidos a la hora de comprar su billete- mientras gran parte de la emoción se concentraba en las gradas.

Presencia institucional

Entre el público, en una de las grandes citas de la programación musical del Xacobeo 2010, el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoo; los conselleiros de Cultura y Educación, Roberto Varela y Jesús Vázquez; y, por eso de que el partido era en cancha ourensana, José Luis Baltar, presidente de la Diputación, institución que copatrocinaba el concierto.

Cuando ocupaban sus asientos sonaron algunos silbidos. Probablemente vendrían de seguidores de Cohen que comprobaban que había demasiadas filas entre ellos y su ídolo mientras el staff político se colocaba en lugar privilegiado.

Tampoco sorprendió la puesta en escena. Cohen salió pocos minutos después de la nueve, corriendo como se corre cuando uno está a punto de cumplir los 76 años. Traje negro, camisa gris y lazo en lugar de corbata. Tranquilidad absoluta y oficio completando el vestuario.

Empezó la música, agachándose hizo un guiño a los fotógrafos, que solo pudieron acompañarlo una canción y puso rumbo a The future... y al resto del concierto, que continuaba al cierre de esta edición, y que incluyó en la recta final temas como So long, Marianne o Closing time.

Si uno es Leonard Cohen no necesita aderezos. Por eso no hacían falta estridencias para llenar el pabellón. Por eso las cantantes del coro también lucían riguroso traje de chaqueta y prácticamente toda la banda iba vestida como se viste uno para las ocasiones. La de ayer lo era. Por eso solo fueron necesarias las canciones de siempre, con esa voz rota que no acaba de romperse, y la solvencia de los músicos.

Mañana saldrá a la venta su nuevo trabajo, grabado en los conciertos de una gira inmediatamente anterior a la que en estos momentos lo lleva a Francia. El concierto de ayer en Galicia fue casi un estreno de ese disco, que recoge sus éxito más notables. Muchos de ellos sonaron en Ourense y hace pocos días en Lisboa. Es así como Cohen demuestra que está para rodar pero no para hacer experimentos. Cantó lo que el público quería que cantara. Y tal y como el público deseaba que lo hiciera. Consiguiendo intimidad en un pabellón con cuatro mil personas. ¡Hallelujah!