Paul Naschy, una vida dedicada al cine de terror

efe

CULTURA

01 dic 2009 . Actualizado a las 15:52 h.

La muerte, a los 75 años, de Paul Naschy deja al género cinematográfico de terror huérfano de uno de sus más prolíficos actores y directores, que por doce veces se puso en la piel del hombre lobo, pero sin dejar de lado a Drácula, Mr Hyde y el Fantasma de la Ópera, además de otros jorobados y momias.

Paul Naschy, madrileño y de nombre real Jacinto Molina Alvarez, era apodado el «Boris Karloff» español, aunque le costó décadas lograr el reconocimiento en su país, donde hasta 2001 no recibió la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes, mientras en el extranjero sus seguidores ya eran legión.

El cineasta, máximo creador español de cine fantástico y de terror, nació en Madrid el 6 de septiembre de 1934 y apuntó maneras ya en su tierna infancia cuando quedó fascinado de por vida por la película «Frankenstein y el hombre lobo».

Estudió Arquitectura en Barcelona, fue diseñador de cubiertas para empresas discográficas, dibujante de cómic, escritor de novelas del Oeste bajo pseudónimo y siete veces campeón de España de Halterofilia, pero el cine no tardó en volver a hacerse presente en su vida: actuó como «extra» en los largometrajes «Rey de Reyes» (1961), «55 días en Pekín» (1963) y «El último gladiador» (1964) y tuvo un papel más amplio en «Agonizando en el crimen» (1967).

Pero no fue hasta 1968 cuando debutó como protagonista en el filme de Enrique Eguiluz «La marca del hombre lobo», un personaje que marcó su trayectoria y que el actor llegó a encarnar una docena de veces. No en vano era su monstruo predilecto por su cercanía «al hombre común».

Además de licántropos, Naschy encarnó todo un plantel de personajes fantásticos: vampiros, jorobados, momias, demonios y zombis, sin dejar de lado sus facetas de director y guionista, que aplicó en muchas de sus cintas.

Pese a su dedicación devota al género fantástico, Naschy tuvo tiempo también para otras ramas del séptimo arte como la comedia, acción, aventuras y policíaca.

Así lo demuestran filmes como «La batalla del porro» (1982), de Joan Minguell, «El último kamikaze» (1984), dirigida por él mismo, o «Aquí huele a muerto» (1990).

También tocó Naschy el género documental a raíz de una estancia de seis años en Japón en la década de los ochenta y durante la cual realizó media docena de cintas sobre la cultura española, con títulos como «El Museo del Prado» o «Las cuevas de Altamira».

Naschy, que en los años noventa presidió el Círculo de Escritores Cinematográficos, no tardó en lograr el reconocimiento internacional por su dedicación al cine fantástico y de terror, si bien no fue profeta en su tierra hasta muchos años después, cuando en el 2001 le fue concedida la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes.

Desde entonces, a Naschy, que mantuvo una frenética actividad cinematográfica hasta el último día de su vida, le llovieron los homenajes y galardones honoríficos en reconocimiento a su carrera, como los que recogió en los festivales de Sitges, Nueva York, Amsterdam, París y Oporto, o el brindado por el Ateneo de Madrid en el 2004.

Hace dos meses una calle de la localidad malagueña de Estepona recibía su nombre y se presentó en el Festival de Cine Fantástico de Sitges la más completa obra sobre su carrera, escrita por Angel Agudo y prologada por el actor Christopher Lee.

En octubre de este año había finalizado el rodaje de la película «La Herencia Waldemar», que se estrenará en enero con un presupuesto final que rondaría los veinte millones de euros, mientras que la cinta «Empusa» se encontraba en fase de posproducción.

Además, en las últimas semanas estaba previsto que comenzara a trabajar en «El apóstol», un filme animado de Fernando Cortizo que bebe de las fuentes de «La novia cadáver», de Tim Burton, y en la que un «marionetizado» Paul Naschy iba a interpretar a un siniestro sacerdote.