«Toco el piano y el ordenador portátil con total naturalidad»

CULTURA

Sakamoto ofrecerá el viernes en Santiago un concierto con obras claves ?de su amplio y variado repertorio, junto a piezas de compositores como Bach o Satie

11 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Pocos artistas responden con tanta precisión al concepto detrás del ciclo Sons da Diversidade como a quien le corresponde inaugurarlo. Las múltiples facetas de Ryuichi Sakamoto (Tokio, 1952) lo han retratado como pionero del electropop, compositor de elegantes bandas sonoras y explorador de sonoridades en cualquier rincón del planeta. En su concierto en Santiago (Auditorio de Galicia, viernes, 21 horas; 20 euros) se apoya en sus dos recientes discos, el intimista Playing the piano y Out of noise, que combinará con obras de Bach o Satie.

-«Playing the piano» remite, de alguna forma, a un disco anterior suyo, «Back to the Basics». ¿Siente la necesidad de desnudar su música periódicamente, de despojarla de sus arreglos y basar las canciones en algo tan simple como la relación entre el artista y el instrumento?

-Sí, eso es cierto, pero también estoy actuando en directo constantemente, aquí y allá, a veces con otros músicos, estoy continuamente tocando el piano sobre el escenario y en casa. Es algo muy especial para mí. Pero cuando hice ese disco, Back to the Basics, hace diez años, sí fue volver a lo básico, porque antes de ese álbum estaba haciendo muchas cosas, muy distintas, y necesitaba volver a lo que considero básico para mí. Desde entonces, no sé, el contexto ha variado. Toco el piano y al mismo tiempo toco mi ordenador portátil, algo que ha adquirido una naturalidad total después de diez años.

-Dos instrumentos muy importantes para usted.

-Sí, sí [ríe].

-En «Playing the piano» parece que temas bien conocidos de su repertorio ganan en intimidad. ¿Está de acuerdo?

-Lo estoy. No tengo la costumbre de escuchar mis discos, pero cuando oigo el álbum Back to the Basics me suena demasiado juvenil. Pero he envejecido, así que no estoy tan seguro de que no sea tanto la intimidad como la edad. Creo que me estoy haciendo más meditativo, o por lo menos mi música o el estilo con el que la interpreto es más meditativo. Desconozco la razón, pero es así.

-En la melodía de «El cielo protector», por ejemplo, sin la sección de cuerdas parece que el romanticismo cede protagonismo a la melancolía.

-Vaya. Sí, sin los violines me parece más... apasionada. En la interpretación del piano solo puedes escuchar no tanto el silencio, pero sí el vacío entre las notas.

-En «Out of noise», dos temas, «Hwit» y «Still life», tienen unos ecos muy marcados de la música para viola del Renacimiento inglés, de compositores como Dowland o Lawes. ¿Le interesa la música antigua y ese tiempo en particular?

-Tiene muy buen oído, porque el grupo de violas Fretwork colabora en esas dos canciones. Me convertí en un gran fan suyo y cuando vinieron el año pasado a Nueva York fui a verlos tocar. En esa ocasión no nos conocimos, pero me quedé tan entusiasmado con su timbre y su sonido -su música es muy buena, pero el sonido que consiguen es asombroso- que les ofrecí trabajar en mi álbum. Y como dijeron sí estuve dando saltos durante dos días [ríe]. Fueron dos días los que grabamos juntos. Son músicos muy buenos y personas encantadoras. Estoy muy orgulloso de esas canciones. Sencillamente, me enamoré del sonido de las violas. No solo eso. Cuando crecí, en los años cincuenta y sesenta, todas esas grabaciones de música medieval, renacentista o barroca no estaban disponibles, existían muy pocos registros. Así que no conocía esos estilos, pero después de cuarenta años he descubierto que ahora hay una oferta casi ilimitada, por lo que comencé a escuchar música antigua y realmente me encanta.