La primera pista en el mapa de este tesoro tiene el aspecto de un folio doblado que el hijo de Celso Emilio Ferreiro le entregó a José Antonio Fandiño durante un acto en Vigo. Fandiño es el decano del colegio de procuradores de la ciudad, entidad que reivindica la figura del escritor que durante un tiempo trató de ganarse la vida ejerciendo ese oficio cuando la «noite aínda era longa e tamén de pedra». El folio viajó en los bolsillos de Fandiño durante un tiempo, confundido con unas supuestas indicaciones redactadas por el propio Luis Ferreiro. Hasta que unas semanas después y, tras una feliz indagación y varias toneladas de olfato de los periodistas Xosé Luís Canido y María Bragado, esa hoja de papel con un texto escrito a máquina se manifestó como lo que era: un poema inédito de Celso Emilio de los diez que la censura franquista eliminó de un libro premiado en Salamanca en 1972. Así que esa cuartilla deslizada en un bolsillo fue la primera pista para que llegase a nosotros un material extraordinario que estaba destinado a perderse para siempre, versos de Celso Emilio escritos en Venezuela, prohibidos por el régimen que empujó al poeta al exilio y que leídos hoy constatan tres hechos: qué moderno y qué bueno era Ferreiro y qué tremenda porquería es la censura.
Esos diez poemas prohibidos fueron recogidos por el propio escritor en un librito autoeditado, con una difusión minúscula y titulado Poemas prohibidos. Entre esos diez poemas no incluidos en el libro Antipoemas por causas no imputables a la voluntad del autor hay varias joyas. Reluce la titulada Juan vive muy bien en Caracas, que incluye estos versos: Juan trabaja en una fábrica de automóviles / Juan trabaja en una fábrica de tocadiscos / Juan trabaja en una fábrica de neveras / Juan trabaja en una fábrica de televisores / Juan trabaja y ahorra infatigable / para ingresar su dinero en un banco / que es el dueño de la fábrica de automóviles / que es el dueño de la fábrica de tocadiscos / que es el dueño de la fábrica de neveras / que es el dueño de la fábrica de televisores / y de la publicidad que brota en su pantalla.
Ya tarda la edición inmediata de esta joya que casi se pierde para siempre en un bolsillo.