De ligue a mujer

Silvia Ramos

YES

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¿Y SI CAMBIA EN LA CAMA? Hay hombres a los que el compromiso les capa. De golpe y porrazo su chica se convierte en su mujer y, sin contarlo, todo se viene abajo por debajo de las sábanas. ¿Qué les pasa por la cabeza? O, mejor dicho, ¿qué deja de pasarles para quedarse sin líbido?

17 sep 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

Vale que todo se apaga con el tiempo. Pero, ¿y si lo hace de un día para otro? ¿Si de repente, justo en ese momento de compromiso e intimidad que llega al iniciar una convivencia o celebrar una boda todo se enfría? Porque eso pasa. No en la mayoría de los casos, pero pasa. Y les ocurre más a los hombres. De pronto, tu recién estrenado marido o pareja formal deja de buscarte en la cama. Y no hablamos de hacer la cucharita. Hablamos de sexo. La libido desciende a niveles infernales y los encuentros se vuelven más mecánicos, sin lugar a la imaginación ni a los juegos. Menos aún a las fantasías. Y ahora la pregunta del millón, ¿por qué? La sexóloga Aránzazu García la responde. Existen, explica ella, algunos factores que para ciertas personas suponen la gasolina de su vida sexual. «Hay distintos combustibles de la excitación. Uno es lo prohibido, como cuando somos adolescentes y empezamos a explorar y a transgredir haciendo algo que ya no es de niños y que le ocultamos a los padres», indica la experta. Pero hay más factores. Otro es el de la adrenalina que sentimos al enfrentarnos a un reto y, en palabras de Aránzazu, «de conseguir aquello que nos proponemos y que es de difícil acceso, incluso que se demora».

Otro de los principales motores de la libido es, para muchos, la sorpresa y la novedad. «Una vez casados o en una relación de pareja formal, eso deja de existir», señala la profesional cargándose el color de rosa de cualquier recién arrejuntado. «Una persona que antes ya no echase de menos este carburante no lo notará mucho, pero si lo utilizaba o era uno de sus motores principales, sí que lo acusará», advierte. Pero no solo en el hábito está la explicación. «La relación entre dos personas también cambia. Primeros somos novios, formamos un equipo contra el resto de la gente y hacemos travesuras... el otro es tu aliado», apunta la experta, que añade que todo es diferente cuando empiezan las responsabilidades con la casa, la economía o los niños: «Dejas de ser su colega y empiezas a reprocharle lo que no hace en casa, le dices lo que debe de hacer y pasas a ser su segunda madre. Eso es un antilíbido gradual», sentencia.

HAY QUE VERSIONARSE

Hasta aquí las lamentaciones. Vamos a buscar la solución. «Si tu pareja se excita mucho con lo prohibido o pierde el interés por repetición, hay que buscar ese punto. Se puede fantasear y poner prohibiciones parciales como atar o vendar, para limitarle los movimientos y generarle la frustración de no poder vernos ni poder tocarnos. También podemos instaurar el día de no desnudarse o de no tocarse determinadas partes del cuerpo», desvela la sexóloga, que sin embargo advierte que esto no es apto para todos los públicos. «Hay personas a las que les cuesta hacer estas cosas por una cuestión de carácter, pero también es más fácil que el otro se canse de una pareja que carezca de iniciativa o que siempre acceda a hacer lo que quiera en el momento en el que al otro le apetezca», asegura.

Vamos, que en definitiva muchos se cansan de comer siempre el mismo menú. «La repetición va haciendo que te guste menos cualquier cosa que te dé placer», afirma demoledora la experta. ¿Entonces, no hay esperanza? ¿Tenemos que resignarnos a ser ese plato de lentejas que se repite como mínimo una vez por semana a lo largo de toda la vida y que pasa sin pena ni gloria? No podía ser tan dramático, y por eso Aránzazu se apresura a decirnos que no. «La manera de que algo te siga gustando con el paso del tiempo es buscar versiones distintas de lo que ya nos gustaba», asegura. No se trata tanto de reinventarse como de versionarse. Por mucho tiempo que pase.