Ciudades al borde de un ataque de nervios

MILI MÉNDEZ

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Mili Méndez

EL ÉXITO PUEDE SER LETAL Venecia, Ámsterdam, Barcelona. Los que las habitan rezan para que no vayamos tanto. En riesgo no solo está su salud, sino su identidad. Estas ciudades ya no pueden más

07 may 2016 . Actualizado a las 21:10 h.

Hay ciudades que mueren de éxito. De hecho, si el centro histórico de Venecia pudiera hablar, probablemente diría algo así: «Turista, ¡no me visites tanto!». El corazón de la ciudad italiana se resiente. No solo por el hundimiento progresivo de sus canales, los vertidos de los cruceros que contaminan sus aguas o la invasión de souvenirs made in China. Los vecinos de toda la vida se dan a la fuga. Si sus aspiraciones laborales van más allá de servir en un restaurante o recibir a huéspedes en un hotel, tienen que hacerlo. A muchos también les duele ver cómo la ciudad se ha ido transformando en un gran parque temático. Hay un documental, El síndrome de Venecia, que retrata este éxodo. Poco más de 57.000 personas viven en su casco histórico. El mismo que acoge cada año a unos 22 millones de turistas. Hace no tanto, a mediados del siglo XX, en la serenísima y romántica Venecia que inspiró a Charles Aznavour residían 175.000 personas. El empeño de los que resisten es evitar que cruceros de hasta 15 pisos arriben ante la mismísima plaza de San Marcos. Los vecinos les han plantado cara a las grandes navieras con la campaña «No Grandi Navi», pero la batalla no parece fácil...

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La capital de moda

Ámsterdam no es ajena a este subidón de éxito. Con el permiso de París, que sigue siendo la ciudad europea más visitada, es sin duda la capital de moda en Europa. Dan fe de ello sus 17 millones de visitantes anuales. Calculan que para el 2025 llegarán a los 25 o incluso los 30 millones en una ciudad de 800.000 habitantes. Agobiado por su poder de seducción, el gobierno local ha anunciado que va a tomar medidas. Promover otros polos turísticos del entorno, reducir los permisos de alquiler en los pisos privados o limitar la celebración de festivales son algunas de las iniciativas que pide la oposición y que el ejecutivo local está estudiando. El objetivo es salvar la esencia de la capital de los tulipanes. Las ideas planteadas recuerdan a la campaña «Barrio x barrio», que ha puesto en marcha el ayuntamiento de Nueva York para que los viajeros no se queden solo en Manhattan y les den una oportunidad a puntos como Harlem o Brooklyn.

En España, donde unos 65 millones de extranjeros nos escogieron para pasar sus vacaciones en el 2015, el éxito de su gancho abruma a los residentes de Barcelona, la ciudad más visitada del territorio nacional. Si Venecia recibe al año dos millones de cruceristas, en la capital catalana la cifra supera los dos millones y medio. Y el puerto acaba de imponer un techo: los tres.

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Se llama «gentrificación»

En La Barceloneta, la Ciutat Vella o La Boquería cada vez cierran más negocios tradicionales y aparecen en su lugar locales de venta de comida rápida o recuerdos. Los apartamentos turísticos proliferan a pesar de su limbo legal y de las protestas vecinales, mientras muchos residentes se trasladan a otras zonas ante la subida de los alquileres. Solo las pernoctaciones hoteleras duplicaron la población de la ciudad en el 2014. Como medida temporal, el gobierno de Barcelona ha suspendido las licencias turísticas, para enfado de los grandes grupos hoteleros.

Los vuelos baratos y las ofertas han facilitado este modelo de consumo rápido también para las ciudades. Pero las capitales europeas no son las únicas que sufren un «turismo depredador». En México, para evitar más daños al paisaje, se ha cerrado temporalmente la «Playa del Amor», en la Riviera de Nayarit. En el sector turístico se maneja incluso una nueva palabra para denominar estas metamorfosis urbanas, gentrificación. Se ha empezado a utilizar en Londres pero para explicar otro fenómeno: las clases medias abandonan el centro ante el bum inmobiliario mientras la alta burguesía, los gentry, rellenan este vacío. ¿El verdadero lujo es el espacio?