Yo no toco la cocina

Cándida Andaluz, Patricia García, Ana Abelenda y Tania Taboada

YES

PACO RODRÍGUEZ

LA MIRAN DE LEJOS Lo suyo no es ensuciarse ni meter las manos en la masa. Hay casas en las que la cocina se mantiene siempre limpia, pues muchos se las arreglan sin utilizarla. 

11 dic 2015 . Actualizado a las 12:37 h.

Texto: Cándida Andaluz

Sandra Alén Varela tiene 26 años y vive en Ourense. Es muy difícil, casi imposible, verla en la cocina. En ella se dan muchos ingredientes que le ayudan a que no tenga que hacerlo. El primero, que no le gusta. «Cocino lo justo y necesario. A veces algo en verano». Su profesión y sus horarios también se lo ponen difícil. «Trabajo en un club de gimnasia rítmica, todas las tardes de cuatro a once de la noche. Y por la mañana, de 8 a 12, doy clases particulares». Y, lo más importante: «A mi pareja le gusta mucho cocinar y, además, lo hace muy bien. «¿Para qué voy hacerlo yo?», subraya. Sandra asegura que es muy comilona y que es de las que repite una y otra vez a su pareja que cocina muy bien. «No dejo de repetírselo, se lo digo siempre», apostilla. Cocinar nunca le ha llamado la atención, ni desde niña. Sabe que puede resultar extraño para el resto de la sociedad, todavía  anquilosada en la idea de que la cocina va directamente relacionada con la mujer, pero cree que es simplemente cuestión de tiempo y de superar ciertos prejuicios. 

Santi M. Amil

FIN DE SEMANA

Aunque no cocine casi nunca ni le guste, tampoco es de las que no sabe hacer nada. Afirma que algún que otro fin de semana se pone frente a la cocina. Aunque, en ocasiones, también aprovecha la cocina de su madre y los túper.

«Hice mi primer huevo frito el año pasado»

Texto: Patricia García

Hay quien nació para ganar el concurso MasterChef  y a quien la cocina le resulta una parte extraña de la casa. En esta categoría se encuentra Genoveva Botas, conocida por todo el mundo como Beby. «No me gusta cocinar. Nunca lo he hecho y tampoco sabría cómo hacerlo», confiesa esta coruñesa de 42 años, para quien la cocina es un misterio: «Me parece complicadísimo freír un filete. Si hice mi primer huevo frito el año pasado?».

«Cuando vivía con mis padres no tenía que cocinar. Después me casé y fue mi marido el que se encargó de la cocina, que además, se le da muy bien», cuenta Beby. Cuando su marido Javier no está en casa, se busca la vida, pero lejos de los fogones: «Puedo quedar con amigas para comer fuera de casa o, como mucho, me hago un sándwich, siempre algo frío. Para cenar, si no está él, un vaso de Cola-Cao y a la cama».  

PACO RODRÍGUEZ

CENA ROMÁNTICA

Está casada desde hace 15 años y recuerda con cariño la primera cena romántica que le preparó a su marido: «Javier siempre cuenta como anécdota que un día intenté sorprenderlo con una cena y le puse unas patatas fritas, unas aceitunas y unas croquetas congeladas». Le gusta disfrutar de la comida, pero no se considera una persona exquisita. Cuando va al supermercado, le ocurre lo mismo que a la hora de freír un filete: «Me falta imaginación y nunca sé qué comprar. Mi marido es el que me orienta, él me encarga la falda de ternera o que compre un determinado pescado, pero yo sola no sabría elegirlo». Tienen dos hijas, de 12 y 8 años: «A ellas sí les gusta la cocina y ya están aprendiendo a cocinar con su padre». Aunque lo de hacer guisos y preparar paellas no sea lo suyo, sí le gusta encargarse de otras tareas de la casa. «Cada uno colabora con lo que mejor sabe hacer».

«Me reservo para ocasiones especiales»

Texto: Ana Abelenda

Devora libros pero no en la cocina, un espacio en el que quiere romper estereotipos. ¿El de la Spiderwoman (la mujer atrapada en la telaraña de una diversidad de ocupaciones diarias)? Ese mismo. Porque no le gusta que todo el peso caiga en el mismo lado, ni la imagen fija que a veces conlleva una frase «como la cocina de mamá. Parece que ves a una mujer dispuesta a hacer croquetas caseras cuando te apetezca». Pero a quién le amarga un dulce. Beatriz Seisdedos nos recibe con un bizcocho de manzana casero, y hasta abre para YES un viejo archivador de recetas, muchas de ellas de mamá, de quien heredó el gusto por los alimentos escogidos y la cocina de siempre. Abre el libro y nos asalta el olor a la carne asada de la infancia, o el de aquellos filetes en tartera que nunca han vuelto a sabernos igual. «A mí me gusta mucho cocinar ?dice?. Pero como un hobby. Hacer algo rico para mi familia o mis amigos. Cuando vienen las niñas [tiene dos hijas mayores de 35 y un nieto] les pregunto qué les apetece. Se ha convertido en algo especial».  La sopa de puerros de Ángeles y las lentejas de Simone Ortega (un clásico accesible para más de una generación) tienen su acomodo en la cocina de alguien que un día reflexionó y se dijo que no tenía por qué seguir cocinando porque sí. «En este momento no cocino. Estamos acostumbrados a oír que es necesario comer bien, seguir una dieta saludable, pero no debe ser siempre a costa del sacrificio de las mujeres». Beatriz ha dejado atrás la época de cocinar por las noches para la familia, junto a los roles más convencionales, al fondo de un cajón. Va más allá: «A mí me gusta cocinar como les gusta hacerlo a los hombres. Centrándome exclusivamente en eso. Escoger el mejor pescado. Poder ser creativa en la cocina». 

PACO RODRÍGUEZ

LA SARTÉN POR EL MANGO

Ahora disfruta comprando comida (bien) preparada. «Porque no me compensa comer fuera. No me gusta tanto. Prefiero comer en casa, estar en mi sillón tranquilamente». Como en casa en ningún sitio. Y a mesa puesta, mejor. No hay nada como reservarse para ocasiones especiales, como la visita de un nieto. El rey de la casa tiene su propia sartén. En ella la abuela le hace la tortilla más rica y pequeña del mundo.

«Mi madre cocina para los dos»

Texto: Tania Taboada

Las cazuelas, los cazos y el meter las manos en la masa no va con Juan Carlos Expósito Rodríguez (Baracaldo, 1970). Regalarle a este joven una batería de cocina o un juego de sartenes es casi como tirar el dinero. No por nada en especial sino porque las guardaría en un armario y no les daría utilidad. Como mucho las llevaría a casa de su madre para que ella les diese uso. Solo hay que acudir a su casa y echar un visual en la cocina. Está impoluta, con olor a nuevo y sin rastro de grasa. Se ve claramente que no se usa. Está como el primer día.

MESA COMPARTIDA

Juan nació en el País Vasco pero hace unos años se vino a Lugo y en la ciudad de la muralla se quedó a vivir. Aquí puso en marcha un laboratorio de fotografía donde realizó sus respectivas labores.  

Desde hace casi seis años trabaja en el Cioccolato, un conocido local lucense por servir unos buenos y variados desayunos, unas riquísimas meriendas donde el chocolate con churros es protagonista y también por sus diversas y ricas ensaladas. 

Juan, un camarero muy eficaz y atento con los clientes, trabaja de dos de la tarde a once de la noche pero como coincide con su madre en los turnos laborales, ambos pueden comer juntos a mediodía. De ahí que cada uno viva en su casa, tenga su vida independiente pero se reencuentren a la hora de comer. 

Aquí charlan, hablan de sus cosas y comparten mesa. Eso sí, los platos los prepara con total cariño su madre. El hecho de que ella se encargue de preparar el menú hace que Juan no cocine. La costumbre de no encender un fogón ni poner una cazuela a hervir es tal que cuando por un casual, no va a casa de su madre a comer, lo hace fuera, bien en un restaurante o bien en una cafetería donde sirvan un plato combinado o un bocadillo. Hay que decir que no es nada sibarita y que se apaña con cualquier menú. En alguna ocasión también tira de túper. Y no es para menos porque esa comida tan rica que prepara su madre es digna de recalentar. 

Las cazuelas en su casa están nuevas y la vitrocerámica impoluta. A ver si pronto se decanta por coger las costumbres de su madre y sorprenderla con un buen guiso. Por ahora nada de ir a su casa con la intención de encontrarse con platos elaborados, seguro que optará por invitar en un restaurante.  

OSCAR CELA