En Oslo hay una escuela de negocios llamada Vigo, sin que su nombre tenga relación alguna con nuestra ciudad. Cuentan con una página web, con el dominio propio de Noruega. Para acceder a ella, basta con teclear Vigo.no. Es de suponer que cuentan con un intenso tráfico desde Galicia, procedente del entorno de Riazor.
Porque, por lo visto, hay gente muy fan del «Vigo no». Al menos, en los partidos del Real Club Deportivo de La Coruña, como acaba de certificar la Liga de Fútbol Profesional, que ha iniciado expediente de sanción por los cánticos profesados en el reciente partido ante el Éibar. Según la denuncia, en el área que ocupan los Riazor Blues, se coreó con fervor: «Vigo no, Vigo no, Vigo no; Vigo no, Vigo no, Vigo no; ¡Hijos de puta!; Vigo no!». Por fortuna, en su escrito, la LFP matiza: «Dichos cánticos no fueron seguidos ni coreados en ningún momento por el resto de espectadores presentes en el estadio, cuyo comportamiento fue correcto en todo momento». Semanas antes, la LFP había alertado por los cánticos dirigidos al jugador del Barça Rafinha, criado en Vigo. El lema fue: «Tú, vigués, puto portugués». Los muchos futbolistas lusos del cuadro coruñés probablemente alucinaban.
A Coruña tiene una afición muy futbolera y, en general, correctísima. Así son la mayor parte de mis amigos seguidores blanquiazules. Pero hay un sector que, sin duda, vive obsesionado con la ciudad de Vigo. Y que ya le cantaban incluso jugando en Segunda contra el Mirandés, el Albacete o el Llagostera, mientras el Celta militaba en Primera.
La próxima semana viviremos el derbi en el estadio de Riazor. Por desgracia, el partido volverá a ser calificado de alto riesgo.
Pero seguiremos soñando con el día en que turcos y portugueses lo pasemos pipa juntos, disfrutando del fútbol.
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