Medio siglo de almas perdidas

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

VIGO

M. MORALEJO

El antiguo bar portuario cumple cincuenta años. Refugio para noctámbulos, durante este tiempo inspiró a músicos y poetas

20 may 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

D e su gloriosa herrumbre, ya sólo conserva el nombre: As Almas Perdidas. Porque lo que fue quiosco se llama hoy bar y es un establecimiento aseado, impropio de su pasado portuario y pendenciero. Además, se anuncia con letrero luminoso de la marca Coca-Cola. Pero siguen sirviendo pescado, el mejor, fresco que salta del plato, recién descargado en O Berbés, el puerto mayor del mundo. El viernes había para elegir: martiño, cariocas, rapantes, chinchos, xoubas, merluza y rape. «Lo bueno que haya en la lonja, lo hay aquí», sentencia orgulloso José Regueiro, con sus cincuenta años en el negocio, 36 de ellos como propietario.

Antes, en los viejos tiempos, apenas había nada entre el Quiosco das Almas Perdidas y el mar de Vigo. Emplazado a la misma puerta de la lonja, día y noche se vivía ante el bar un balbordo de carrexóns en todas direcciones, de tratantes, de armadores, de pescantinas que cargaban a la cabeza sus patelas, de marineros con urgencias de recién desembarcados. Hoy tiene delante una autopista de cuatro carriles, más un túnel de otros tantos. Y el lugar, al ganar modernidad, ha perdido encanto.

Pero Regueiro no atiende a nostalgias: «Mejoramos: ahora somos un bar bien puesto y, cuando abrió, era un quiosco, con barra de madera y suelo de tierra», recuerda con el clásico espíritu vigués de mirar siempre adelante, en una ciudad que hasta tiene una calle dedicada al Progreso, así, en general y en toda su extensión.

El Quiosco das Almas Perdidas abrió en el año 1962, según recuerda Regueiro. Él entró como empleado y recuerda que distribuían también prensa y bebidas para los barcos: «Teníamos de todo, ¿cómo no? Estábamos enfrente mismo de la puerta del puerto». Los marineros vendían el quiñón allí mismo. Y, como en otros históricos bares de la zona, como el Turista, eran proverbiales las caldeiradas.

Méndez Ferrín

Pero As Almas Perdidas pronto honraría su nombre en todos sus significados. Y enseguida se convirtió también en refugio de los noctámbulos, uno de esos «bares últimos de la noche» de los que hablaba Gil de Biedma. En un tiempo en que los after no existían ni como palabra, por aquí pasaba toda la fauna de la madrugada, incluidos artistas, periodistas y gente de aun peor fama.

«En Vigo, había poco abierto y el puerto no dormía nunca, así que nosotros tampoco», resume José Regueiro. De la nómina de habituales, recuerda al gran Xosé Luís Méndez Ferrín, que tuvo su época de cliente. El hoy presidente de la Real Academia Galega tal vez hizo versos para Con pólvora e magnolias en las viejas mesas de formica que eran también refugio de pintores, como un Montmartre gallego y portuario.

Ana Belén

También algunos artistas en gira, que acudían a tocar al García Barbón o al Nova Olimpia, terminaban en As Almas Perdidas. Se ve que salían del hotel Bahía en dirección equivocada. Y terminaban en este bar asombroso. «La que más me impactó fue Ana Belén», recuerda Regueiro, «el día que apareció por la puerta, nos quedamos todos de piedra». La escena debió ser un poco La corte del faraón versión Berbés.

Con la Movida, el quiosco alcanzó dimensiones de templo. Había en los primeros ochenta más ganas de fiesta que bares abiertos y los músicos del momento eligieron As Almas Perdidas. De hecho, Siniestro Total nació aquí. El 20 de agosto de 1981, Julián Hernández, Miguel Costas, Manolo Romón, Javier Soto y Alberto Torrado salen de madrugada del quiosco para dirigirse a Bouzas. Pero se la pegan a bordo de su R-12 familiar. Trasladados a la Residencia Sanitaria Almirante Vierna, que así se llamaba entonces el Xeral, deciden dar a su grupo el nombre del parte del seguro: Siniestro Total.

Hoy, medio siglo después de abrir sus puertas, As Almas Perdidas está de aniversario. Conserva el sabor marinero y un nombre literario. Tanto, que el desaparecido poeta Ramiro Fonte, le dedicó un poema titulado así, Almas Perdidas: «Eu son o solitario/ que bebe no recanto deste bar/ e da loira mortal do calendario/ namórome, que a vida é un soñar./ Son ese mariñeiro/ que vén contar en terra os malos pasos,/ e neste ambiguo ambiente busca abeiro,/ con dignidade asume o seu fracaso./ Podería ser el este poeta/ que escolma nomes de tristes cargueiros/ por ver se atopa o daquela goleta/ pirata, o daquel buque baleeiro./ Deus botou os seus dados sobre a mesa/ do universo; a min deume a miña vida,/ a el deulle a vida esa:/ Todo é cuestión de azar nesta partida».

No está mal tanta historia para un quiosco portuario que ahora cumple medio siglo.

LA BUJÍA DEL DOMINGO Por Eduardo Rolland

eduardorolland@hotmail.com

«El día que apareció Ana Belén por la puerta nos quedamos todos de piedra»

José Regueiro