Cinco generaciones de carniceros

Luis Carlos Llera Llorente
luis carlos llera O PORRIÑO / LA VOZ

LUGO CIUDAD

La familia Ben empezó a vender carne en 1890 en Ponteareas y se establecieron en O Porriño cuando se construyó el mercado de abastos

14 mar 2012 . Actualizado a las 11:24 h.

El cerdo es un animal impuro para los judíos pero un icono para la cocina gallega. Quizá esa razón influyó en la conversión de la familia Ben al cristianismo durante la Edad Media, cuando vivían en la judería de Angoares. Los Ben constituyen una estirpe de reputados carniceros cuyo origen documentado se remonta a 1890. En esa fecha el tatarabuelo de Cristian Ben Gómez vendía carne a lomos de un burro en la parroquia de Angoares, en Ponteareas. Cristian, de 18 años forma parte de la quinta generación de la saga. «Mi bisabuelo no tenía cámaras de frío y mataba a los animales bajo pedido» cuenta José, padre de Cristian.

Los Ben dejaron Ponteareas y se establecieron en O Porriño. Allí montaron un puesto en la plaza de abastos por el que pasaron Castor, abuelo de José; Dionisio, su padre; Paulina, madre de José, él y su hijo Cristian. Carnicería Paulina es hoy un referente en la plaza de abastos. Durante dos años seguidos ha ganado el título de mejor placera de O Porriño. La documentación de los Ben sobre su presencia en el mercado municipal se perdió en un incendio que asoló el Ayuntamiento de O Porriño en el que se calcinaron todos los archivos.

Al benjamín de la estirpe le gustan más los animales vivos y por eso se encarga de ir a las ferias a comprar ganado. Antes de que estallase la epidemia de las vacas locas la familia poseía una veintena de reses en su finca de Amiero, situada a un kilómetro y medio del centro de O Porriño, en el término municipal de Mos. Hoy la normativa apenas les permite guardar en su finca una cabeza el tiempo justo que constituye la antesala del sacrificio.

José tiene 44 años y a los 13 empezó a colaborar en el negocio familiar. Su hijo Cristian también aprendió el oficio desde joven acompañando a su padre a adquirir las mejores piezas en las ferias. Hasta hace siete años era posible ver todavía a José llevando del ronzal a una ternera criada en casa que llevaban al matadero de O Porriño para sacrificarla. «Unha vez a terneira parouse no escaparate dunha imprenta e mirábase», recuerda José Ben Ledo. Otras veces, la vaca en cuestión no se atrevía a cruzar las vías del tren de puro pánico y tenían que dar un gran rodeo para llevarla al matarife. La familia se veía obligada a transportar al ganado a pie cuando el furgón de transporte estaba en el taller. Ahora está prohibido el tránsito de ganado vivo por las calles del municipio.

Mil quinientos kilos

Los animales de los Ben acababan en el matadero municipal de O Porriño. «Antiguamente o matadoiro de O Porriño tiña mala fama. En Lugo non podías dicir que que a carne que levabas era matada en O Porriño. A primeira vez que vin un cerdo colgado impresionoume moito», señala María Purificación Gómez, mujer de José y cotitular de la carnicería.

Gómez apostilla que las cosas cambiaron para bien. Ahora el matadero es propiedad del grupo Coren y, además de satisfacer las necesidades de la empresa alimentaria, sigue matando para los carniceros de la zona.

Cuando José empezó a trabajar en la plaza de abastos el puesto familiar tenía un mostrador de dos metros de ancho. Detrás de la barra colgaban los ganchos con las piezas de carne al aire. Ahora disponen de 14 metros lineales de atención al público y venden 1.500 kilos de carne a la semana.

José es el único hermano, de cinco, que quiso seguir al frente del negocio familiar. El primogénito también es carnicero pero no quiso trabajar en la plaza de abastos y prefirió un supermercado. Precisamente la competencia de las grande superficies ha hecho que la carnicería Paulina se haya tenido que especializar y ofrecer un producto de gran calidad. «É un pouco máis caro pero o que mercas aquí é un producto de gran calidade», señala Purificación.

Los clientes dan buena fe de ello al observar la pinta de un chuletero de buey de Monterroso (a 20 euros el kilo) o un costillar de cerdo criado a base de castañas, tan jugoso como el mejor pata negra.

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