Un derbi amargo

Vicente Leirachá
Vicente Leirachá PUNTO DE MIRA

TORRE DE MARATHÓN

23 feb 2015 . Actualizado a las 09:10 h.

No me gustó el Deportivo-Celta (0-2), partido que hizo añorar aquellos otros inciertos derbis, cargados de emoción en los graderíos, al tiempo que sobre el terreno de juego, los futbolistas se empleaban hasta la extenuación sin resignarse cuando veían que avanzaba el reloj y no eran capaces de modificar un marcador desfavorable.

Conste que en estas líneas no trato de engrandecer el recuerdo de jugadores como Veloso, Pahíño, Arsenio, Ponte, Manolete y algunos otros que harían la lista coruñesa muy extensa. Esta estampa no es producto de la imaginación, puesto que en la mente de muchos aficionados deportivistas siguen vivos aquellos Celta-Deportivo, o viceversa, que no volverán.

Esto, y algo más sobre el tema que preocupa, lo comentaba en la mañana de ayer con otro viejo deportivista que, por cierto, confesaba iguales desilusiones que las mías. Lo pasado parece siempre mejor, (realmente de forma errónea) cuando uno se refiere a partidos de rivalidad celebrados en las ciudades que fuere, igual Balaídos, Riazor o el desaparecido Inferniño ferrolano, tampoco olvidado con aquellos desembarcos de los seguidores coruñeses acompañando a su Deportivo del corazón. Eran otros tiempos que quizá no entiendan los jóvenes aficionados, a quienes hablarles de la Marea verde por la playa y el estadio municipal de Riazor les sonará a cuento chino.

No me gustó el partido de anteayer, sin nada que oponer al 2-0 favorable al Celta, tanteo que hay que aceptarlo. Sabido es que los derbis se prestan a resultados inesperados y sin discutir la justicia del triunfo vigués, debe reconocerse el bajo rendimiento de un Deportivo del que se viene diciendo que va a más, cuando la realidad no lo demuestra.

No me gustó nada el partido y, repito, que pude comprobar la misma decepción conversando con otros expertos seguidores del conjunto coruñés. Cierto que hay mucho camino por delante, pero verdad también es que habrá que recorrerlo con paso firme, empezando en Almería, de donde se debe regresar con esa dosis de moral que lleva la alegría a los aficionados al fútbol. La que dan los triunfos.