El actor gallego triunfa en Águila Roja, que ha vuelto con récord de audiencia, y con una espectacular y potentísima versión de ¡Ay, Carmela!, que arrasa en la cartelera con dos actrices deslumbrantes: Inma Cuesta y Marta Ribera
12 may 2013 . Actualizado a las 20:44 h.Al ferrolano Javier Gutiérrez le llueven los encargos y propuestas porque es tal vez el valor más seguro del teatro español. Pero es un actor que no rebusca en su profesión para trasladarla a su vida y que todo gire en torno a ella. Cuelga el ropaje de sus personajes en la percha del camerino y se convierte en un ciudadano más que programa la extraña semana de actor en cartel, cuando se descansa lunes y martes. Y piensa: «Quiero ir a Ferrol, a ver amigos, a mi madre, a que lo vea mi hijo, a perderme en un paseo». Por supuesto, también es un ciudadano preocupado: «Me parece una vergüenza que se califique de nazis a los que luchan contra los desahucios», insiste en que quede escrito.
Tal vez tanta implicación con lo que le rodea tenga que ver con aquello de que Javier Gutiérrez es de esos intérpretes que todas las semanas se mete en cientos de miles de casas para que cinco millones y medio largos de espectadores lo vean en ese personaje ya entrañable que es su Sátur de Águila Roja, la serie que ha regresado por todo lo alto a TVE y que incomprensiblemente estaba aparcada por los vaivenes de la programación. Que haya vuelto es un acto de justicia de la injusta televisión que le produce una máxima felicidad. Porque una vez más lo que propone es un personaje que da rienda suelta a sus virtudes camaleónicas como actor. Pero este 2013 protagoniza uno de esos fenómenos que se producen pocas veces. ¡Ay, Carmela!, en el teatro Reina Victoria de Madrid, ya se ha convertido en lugar de peregrinación teatral para ver al propio Javier Gutiérrez, Inma Cuesta y Marta Ribera como protagonistas de un montaje, dirigido por Andrés Lima y producido por Andrés Vicente Gómez, que huele a todos los premios. De momento, ya cuentan con el del público, que no solo llena la sala, sino que aplaude puesto en pie desde la verdad no manipulable. Y ahí Javier Gutiérrez siempre está magistral.
-Arrasan con este ¡Ay Carmela!, un montaje muy potente. ¿esperaban conectar tan rápido con el público?
-En los tiempos que corren el contacto directo es más necesario que nunca. Y en esta obra además se habla de una historia que no sucedió hace tanto. De una guerra en la que hubo muchos muertos. Ahora hay otra guerra, silenciosa, de ciertas élites con la sociedad, que deja muertos en vida. Y la gente no es tonta y se da cuenta. Yo creo que los espectadores tienen ganas de lucha, y se nota en cómo reciben el espectáculo.
-¿Entonces cree que la gente de ahora puede identificarse con una historia pasada y trágica?
-Ahora mismo hay muchos Paulinos presentes en la sociedad. Es que la gente tiene la sensación de que hay una cruzada contra la ciudadanía. No se trata de ir contra los actores, es contra todo el mundo. Y al ver esta función encuentran muchas cosas.
-Pero es una historia con mucha popularidad. ¿Qué le interesó de este proyecto en el que hay unos personajes tan conocidos?
-Para empezar, es un canto a los cómicos de la legua. Y da mucho gusto meterse en esa piel, porque era gente que bregaba y luchaba y mantenía toda su dignidad. Yo soy un defensor a ultranza de los cómicos de nuestro país. Y luego, es que lo que les pasa es una historia tremenda. Son dos pobres desgraciados a los que la guerra ni les va ni les viene, y que de repente sin darse cuenta se ven en el lado fascista y tienen que hacer una función.
-Como actor que ha hecho tantas cosas, ¿tiene su método?
-Cuando hay un buen texto, no hace falta dar muchas vueltas. Mi Paulino, por ejemplo, tiene mi cara, mis ojos, mi alma? No puedo intentar que se parezca al de Galiana, Gómez o Pajares. Todo depende de las manos que luego acaben el montaje.
-Aquí están Inma Cuesta y Andrés Lima, respectivos compañeros de proyecto en Águila Roja y Animalario. ¿Le gusta repetir con actores, directores?
-Con cada uno tengo mucha complicidad al trabajar. Y eso me da tranquilidad y seguridad. En este caso, el texto no me pedía un trabajo exhaustivo de campo, porque se trataba de una historia de perdedores en toda la extensión de la palabra.
-¿Vive con preocupación la situación general que se vive en todos los sectores, incluida su profesión?
-Por supuesto. Y llámalo crisis, que es lo que es. Está claro que si nosotros tenemos el éxito que estamos teniendo eso repercutirá en otros espectáculos a los que irá menos gente. Porque, desgraciadamente, no hay para todos. La gente coge el periódico y, a lo mejor, con mucha suerte, puede ir una vez al mes al teatro. Nosotros estamos teniendo suerte y llenando todos los días.
«Antes de comenzar una obra, algunos actores se ponen hasta lívidos, lo pasan muy mal»
-¿Qué pasaba con Águila Roja, que ya tardaba su vuelta?
-Una de esas cosas inconcebibles para las que nadie tiene ni respuesta, ni se puede hacer nada. Estaba ahí parada. Yo sé que hablamos de una serie de televisión, cuando lo importante es el trabajo, la vivienda... Pero esta serie funciona con una audiencia tremenda. Era un lujo incomprensible. Y, en mi caso, mi personaje de Sátur es de esos que no sé si me pasará como a Chanquete, que la gente se olvidó de su nombre real.
-Como actor, ¿necesita retroalimentarse? ¿Siente la misma pasión cuando se sube al escenario día tras día?
-Si pierdes eso, si no dignificas tu profesión hagas lo que hagas, estás perdido. Por eso repito eso del respeto a los cómicos de antaño, que te contaban que trabajaban por un trozo de pan y que, no hace tanto, les regalaban hasta huevos cuando iban de gira. De todas formas, si ves una obra entre cajas, verás que hay actores que antes de que comience se ponen hasta lívidos. Lo pasan muy mal.
-Desde fuera la idea es más lúdica que dramática?
-Tampoco hay que dramatizar. Yo pienso que ahora mismo soy un afortunado por tener trabajo. Y lo disfruto. Si alguien en su casa ha abierto el periódico y elige un espectáculo en el que estoy yo, merece todo mi respeto. No solo es un héroe el que se sube a un escenario, sino también el que, con los tiempos que corren, decide ir a verte. Pero, en concreto, para mí el teatro está por encima de todo. Es una droga muy dura.
-¿Galicia es su territorio de escapada?
-Siempre. Ahora, que estoy con mucho trabajo, y que encima en verano tuve tres rodajes de películas, siempre estoy haciendo mis planes para irme para Ferrol algunos de los días de descanso. Necesito estar por allí.
-¿Cuál es su plan gallego perfecto?
Además de los clásicos, disfrutar de su naturaleza, de la comida y de todo, me gusta estar en Ferrol, que vive allí mi madre. Y ver a amigos, pasear por sus calles, perderme de todo el lío de Madrid.
¿Quiés es él?
Javier Gutiérrez es un gallego por los cuatro costados nacido en Luanco (Asturias) en 1971. Y un tipo en racha que comenzó joven y que explotó como actor de la mano de ese artefacto humano que es Animalario. La teatral boda de Alejandro y Ana le dio máxima visibilidad y reconocimiento. Pero es Argelino, servidor de dos amos su momento de consagración, con Max incluido y el prestigioso premio Ercilla. Con Los Serrano, primero, y Águila Roja, en televisión, premio Unión de Actores, obtiene una popularidad que le sirve para ser estrella y, como dice, «mojarse».