El «obispo» excomulgado se encierra en el convento de Belorado con las monjas clarisas «herejes»

Octavio Igea / Alba Peláez / Carlos Benito BURGOS / COLPISA

SOCIEDAD

El portavoz de las religiosas Clarisas del Monasterio de Belorado, José Ceacero.
El portavoz de las religiosas Clarisas del Monasterio de Belorado, José Ceacero. Santi Otero | EFE

Las religiosas rompen su silencio a través de Instagram: «No estamos secuestradas ni nos vamos de la Iglesia». Su portavoz dice que están desbordadas de encargos de dulces

15 may 2024 . Actualizado a las 19:52 h.

El caso de las clarisas de Orduña (Vizcaya) y Belorado (Burgos) está adquiriendo tintes novelescos propios de cualquier best seller sobre intrigas eclesiásticas. Solo que la Pía Unión de San Pablo Apóstol, esa corriente contraria al Concilio Vaticano II que la Iglesia calificó como «secta», no es una ficción creada por Umberto Eco o Dan Brown. Su fundador, el «obispo» Pablo de Rojas, ha desembarcado en Burgos para escenificar su apoyo y unirse a las monjas de clausura que han roto con Roma y le han prometido fidelidad mientras esperan a saber qué les deparará el futuro tras su reacción ante la fallida operación inmobiliaria por la que querían adquirir el convento orduñés de Santa Clara.

Las religiosas temen ser expulsadas de la orden de las clarisas y del propio monasterio de Belorado en el que se han encerrado a cal y canto. El arzobispo de Burgos, Mario Iceta, llamó este martes al diálogo y aseguró que la Iglesia no tomará «decisiones drásticas», pero de puertas para adentro la abadesa sor Isabel de la Trinidad «no coge el teléfono». También ha ordenado que, por ahora, dejen de celebrarse misas públicas y que no haya venta directa de sus afamados dulces. Online, sí. Online, todo lo que se quiera. «Tienen más encargos por todo lo que está ocurriendo».

La persona que explicó que el monasterio de las clarisas de Belorado está a tope de trabajo fue el portavoz de Pablo Rojas, José Ceacero. «Los padres han venido a apoyar a sus hijas», proclamaba este martes por la noche a las puertas del convento en una ronda de entrevistas televisivas. Pidió ser llamado «Don José», pero en una vida anterior fue simplemente Fran. Y esta sí que no se le hubiera ocurrido a ningún escritor de éxito: antes que «sacerdote» de la Pía Unión de San Pablo Apóstol Ceacero fue presidente de la asociación de barmans de Vizcaya. Lo dejó por la religión.

Ceacero volvió a hablar este miércoles frente a la abadía. Arrancó a regañadientes su intervención, reacio a hablar, pero sus palabras derivaron muy pronto en una invectiva contra la Iglesia Católica y, muy en particular, contra el arzobispo de Burgos y exobispo de Bilbao, Mario Iceta. Dijo que la Iglesia del Concilio Vaticano II «nada tiene que ver con la verdadera Iglesia católica», a la que tachó de «estafadora», acusando a Iceta de haber «llevado a la ruina a miles de familias» en Cajasur y de no tener ninguna gana de solucionar este conflicto con las religiosas. «Están haciendo el paripé, porque conoce muy bien a la madre Isabel y tiene una inquina personal contra ella. Esto no es nuevo», reveló. Según Don José, las monjas están «muy convencidas» de la decisión que han tomado, se encuentran «contentas y felices» y, además, tienen «muchísimo trabajo con todos los encargos que les están llegando estos días». Están, aseguró, «desbordadas». Además, detalló que el paso insólito de romper con Roma lo tomaron «todas a una, como una piña», y que la única que no estaba convencida y ha abandonado el convento era «una señora mayor de más de 70 años».

Así empezó todo

En el trasfondo de este terremoto religioso, por el que se atribuye a las monjas un delito canónico de cisma que puede suponer su excomunión, aparece la fallida operación inmobiliaria de Orduña. Intentemos explicarlo en pocas palabras. El grupo de clarisas residió varios años en un monasterio de Derio que vaciaron en el 2020, cuando mostraron su interés por comprar el convento de Orduña, que llevaba dos décadas vacío. Pertenece a la misma orden así que debía ser una negociación meramente económica. La compraventa se cifró en 1,2 millones y las clarisas compradoras aportaron una entrada de 100.000 euros. Se comprometieron a abonar el resto poniendo a la venta el inmueble de Derio y a realizar un pago trimestral de 75.000 hasta completar la cantidad pactada.

El contrato fue formalizado y las clarisas empezaron a vivir a caballo entre Belorado, histórico monasterio de la congregación, y Orduña, donde se ubicó un grupo «flotante» de tres o cuatro religiosas. Hasta abril no habían realizado ninguno de los abonos pactados y, según reveló Iceta, antiguo obispo de Bilbao, nunca han pedido permiso a Roma para poner en venta el inmueble de Derio. La necesitan para operaciones superiores al millón de euros. Así las cosas la abadesa notificó en abril que contaba con un mecenas anónimo dispuesto a aportar todo el dinero para comprar Orduña y a ceder el uso al grupo de clarisas. Su reiterada negativa a revelar el nombre de benefactor, que ahora parece bastante claro, hizo que las clarisas vendedoras rompieran el acuerdo.

«Bien hecho, gracias a Dios que se hizo porque, si no, ahora el edificio pertenecería a la secta del Pablo ese», dijo este martes Manuel Gómez-Tavira, vicario del Obispado de Vitoria al que pertenece la zona de Orduña. También culpó de lo ocurrido a la «ambición y ansia de poder» de sor Isabel de la Trinidad, la abadesa, cuyo mandato expira a finales de mes sin posibilidad de extensión. Sea como fuere, las clarisas compradoras abandonaron Orduña en plenas fiestas de «ochomayos» y ahora, aparte de romper con la Iglesia, piden una indemnización de 1,6 millones por los arreglos que han hecho en el inmueble de Santa Clara y otro 30 % por daños y perjuicios.

Rompen su silencio

El cisma continúa sumando actores y nuevos capítulos. Este martes por la noche las clarisas compartieron una historia en su perfil de Instagram —una publicación efímera que solo se puede ver durante 24 horas— en la que explican cómo están y aclaran su postura sobre lo que está sucediendo. El mensaje comienza diciendo: «Paz y bien hermanos, estamos en la hospedería de San Damián, en el convento de Santa Clara de Belorado, nuestra casa. Tenemos intención de comunicaros por las preocupaciones que nos llegan, que estamos bien, que nuestra realidad no es que estemos secuestradas lejos de nuestras familias». La monja que habla se muestra relajada, despreocupada con respecto a la enorme repercusión que está teniendo la supuesta ruptura de la orden con Roma.

Y así, con total naturalidad, asegura que no se van de la Iglesia Católica: «Iremos compartiendo con vosotros nuestra experiencia, nuestro deseo de ser fieles a la verdad de Cristo, a la fidelidad a la fe, a la doctrina católica, no nos vamos de la Iglesia, os lo iremos explicando, así que tened paciencia que lo iremos explicando y la realidad que tenemos es poder demostraros lo que nosotras hemos ido descubriendo y de la verdad y del abrazo con Cristo».