Juguetes en la sala de tortura

Alfonso Andrade Lago
alfonso andrade REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

MARCOS MÍGUEZ

En el Laboratorio de Consumo de Galicia, los ingenieros diseccionan los juguetes para comprobar si son totalmente seguros

24 nov 2013 . Actualizado a las 15:16 h.

A Coruña alberga una auténtica sala de tortura de los juguetes, un lugar en el que Mickey Mouse, Peppa Pig o Pocoyó se someten sin anestesia a crueldades inimaginables para comprobar si son seguros. En el área de Xoguetes del Laboratorio de Consumo de Galicia, los ingenieros parecen más perversos que Sid Phillips, el destructivo niño que despedazaba maquinitas en Toy Story. Estiran los cachivaches, los aplastan, les sueltan pesas encima y hasta los incineran para comprobar si arden con excesiva facilidad, pero siempre con el noble propósito de velar por la seguridad de los niños.

Pedro Mosquera es uno de esos ingenieros. Coloca un inocente duendecillo sobre una máquina de tracción y empieza a estirar. El muñeco sobrelleva en el potro un alargamiento «de 90 newtons, equivalente más o menos a nueve kilos colgados», ilustra. El siniestro aparatejo permite también estrujar los cacharros. El objetivo siempre es el mismo: «comprobar si se desprenden piezas pequeñas con el consiguiente riesgo de atragantamiento». Lo que va soltando el juguete se introduce en un calibre que representa la garganta de un niño. Si cabe, mal asunto.

En sus cuatro años de funcionamiento, el área de Xoguetes lleva «27.800 actuaciones, que se saldaron con casi 4.300 unidades retiradas o destruidas» por el riesgo que representaban para los niños, explica Natalia Crespo, directora del laboratorio. Esto da una media de más de mil unidades cada año.

Pero que nadie se alarme. «Los juguetes, en general, son muy seguros -añade- y es muy positiva la velocidad de corrección que vemos en el mercado». Cuando a un fabricante se le tira de las orejas, soluciona el problema en tiempo récord y con eficacia.

Los mayores riesgos

¿Dónde están los mayores riesgos? Aparte de las piezas pequeñas y de los bordes cortantes, los ingenieros realizan ensayos de energía cinética para ver si un proyectil puede hacer daño al impactar. Un láser mide la violencia del impacto. También se presta atención al cierre del compartimento de las pilas, que no siempre viene con tornillo; a los sonidos emitidos, que no pueden superar los 80 decibelios cerca de la oreja; a que no se suelten los imanes, peligrosos si el niño se tragase más de uno porque podrían acoplarse dentro de su organismo, y a las ventosas, que no deben desprenderse del astil.

Este año, la campaña Infonadal se centra también en juguetes vendidos en bolsas de plástico. Las de más de 38 centímetros de perímetro, en las que ya cabe la cabeza de un niño, tienen que ser de un espesor superior a 38 micras. A los inspectores se les han entregado muestras para que comparen con otras bolsas en los comercios.

«Si el plástico es muy delgado hay riesgo de que se quede pegado a la boca de los más pequeños al respirar», detalla María Jesús Muñoz, gerente del Instituto Galego de Consumo, al que pertenece el laboratorio. Muñoz destaca que este, con sus diferentes dependencias (no solo juguetes) detectó «el 28 % de los productos no alimentarios notificados el año pasado a la Red de Alerta Nacional». «Tenemos el único laboratorio público con acreditación oficial en España», valora. Las alertas sobre juguetes que emanan de Galicia permiten su retirada en toda la UE.

En cuanto a los productos de los bazares chinos, «es cierto que gran parte de los juguetes alertados tienen su origen en Asia, pero también que la mayoría se fabrican allí», matiza. En todo caso, «menor calidad se suele asimilar a menor seguridad, aunque no siempre es así».

Atención a las guirnaldas

El Laboratorio de Consumo de Galicia lleva tiempo prestando atención a las guirnaldas eléctricas, que suelen colocarse alrededor del árbol de Navidad. A veces «se fabrican con poco hilo de cobre en los cables», explica Ignacio Garnelo, otro de los ingenieros del centro, y eso implica riesgos si se rompen. Por ello se mide su resistencia. «En el 2012 recibimos además bastantes cajetines que se abrían fácilmente. Parece que este año se ha corregido el problema».