Los de Santiago se anexionan la ría

La Voz

SOCIEDAD

La construcción de la AG-56 ha dejado los arenales de Outes y Noia a un paso

16 ago 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La playa de Broña, en Outes, es pequeña y por esa razón, como decía un concejal, «siempre está por encima de sus posibilidades». Por eso y porque los de Santiago se empeñan, quizás, en bañarse por encima de sus posibilidades. Broña, como en otro tiempo Testal, en la vecina Noia, son las vías de escape naturales para los bañistas compostelanos. La construcción de la AG-56, que empieza como autovía y acaba, de momento, como corredor, ha dejado ambos arenales a media hora escasa de la capital de Galicia. Y si ya el alcalde Xerardo Estévez insistía mucho en que Noia era la playa de Compostela, ahora, con más motivo.

Ayer se daban todas las claves del abarrote: festivo, 27 grados, viento suave, puente... Sin embargo, mientras en Broña era difícil incluso aparcar, en Testal no había dificultad alguna. ¿La razón de que una vaya a menos mientras la otra mantiene el tirón? La intervención humana en forma de obra pública.

Los socorristas de Testal, Martín Pais y Moisés Eiras, cuentan que el suyo es un arenal para el marisqueo, llano, sin escalones. En su mar mueren las corrientes fluviales del Traba, en la parte de Noia, y del Tambre, en Outes. Pero la construcción del viaducto que continúa el corredor de la AG-56 ha cambiado las corrientes y el agua cada vez se come más la arena. «A xente vai máis para Broña. Ou para as praias do Son, que teñen bandeira azul», dice Martín. En Testal, las corrientes ya habían empezado a cambiar cuando dinamitaron, hace años, el espigón. Y ahora, con los pilares del puente, la cosa va a peor. No obstante, sigue teniendo su público fiel, familias que la escogen porque ni está masificada ni cuesta deshacerse del coche. El lamentable acceso a la caseta de los socorristas encaja bastante bien con la decadencia de un espacio que, antes del hormigón, fue maravilloso.

En Broña, la existencia de algún leirapárking ya avisa al visitante del problema de la masificación. Y los atascos que se forman a la hora de irse en la rotonda son formidables. «Pero eu prefiro así, ten máis servizos, máis bares... é unha praia moi recollida», dice Carlos López, transformado en un Rafa Nadal de las palas con su cuñado como rival.

Broña tiene un pinar con sombra y merendero, servicio, por cierto, tomado al asalto por toallas y neveras de bañistas que marcan su territorio mientras se remojan hasta la pantorrilla en la ría. «A min, isto de acotar xa non me gusta tanto: isto é de todos», dice el cuñado de Carlos, que va perdiendo el partido porque no está a lo que está. El mar aquí es tranquilo, aunque con las corrientes nunca hay que fiarse, sobre todo si a uno le va el riesgo de meterse aguas adentro.

El avance necesario en las comunicaciones con la costa que ha supuesto la construcción de la AG-56 -para el medio ambiente y el paisaje, un retroceso indiscutible- ha contribuido también a llenar más todavía las playas de Esteiro, Abelleira o San Francisco. Y como a río revuelto ganancia de pescadores, las facilidades para el desplazamiento playero le han venido bien no solo a los hosteleros, sino a los que han encontrado en la explotación del leirapárking una manera de ganar un dinero fácil a la vez, es cierto, que dan un servicio.

nacho mirás