La triste historia de la mujer cuya hija quiso desahuciarla: tiene 83 años y ella misma le donó en vida la casa antes de llevarse mal

Xurxo Melchor
Xurxo Melchor SANTIAGO / LA VOZ

SANTIAGO CIUDAD

En una imagen de archivo, la sala de vistas de la Audiencia Provincial en Santiago
En una imagen de archivo, la sala de vistas de la Audiencia Provincial en Santiago XOÁN A. SOLER

La Audiencia de Santiago impidió que la echaran del que siempre fue su hogar y por el que tuvo que pagar 250 euros de alquiler cuando solo cobra 450 de pensión

28 ene 2024 . Actualizado a las 21:47 h.

Que una hija quiera desahuciar a su madre es tan inusual como triste, pero todo lo que rodea al caso de la señora de Boiro que la Audiencia de Santiago ha evitado que se quede en la calle lo hace aún más grave. Tiene 83 años, solo tuvo una hija y de soltera, por lo que no tiene más familia ni red de apoyo y depende casi por completo de los servicios sociales, según explica su abogada, Sonia Redondo, que recibió el asunto por el turno de oficio y que asegura que «non foi un máis» tanto por las circunstancias que lo rodeaban como por la dificultad. Ganarlo le ha supuesto una inmensa satisfacción, más emocional que profesional, ya que ha establecido una conexión personal muy intensa con la mujer.

Cuando recibió la demanda de desahucio, la señora ni tan siquiera comprendía bien la situación y a lo que se enfrentaba. Para empezar, pensaba que la casa era suya, porque es en la que ha vivido toda la vida, por lo que nadie podía echarla de ahí. Pero sí podían. Hace más de diez años, cuando la relación con su única hija era otra, hizo un adelanto de herencia en su favor mediante un pacto sucesorio, que es una figura que recoge el derecho civil gallego. El trámite se hizo en una notaría de Boiro y, para la letrada que llevó el caso, del despacho Atán&Redondo, «houbo un erro do notario que non lle reservou o usufruto. E dicir, que si se podía doar o ben en vida pero reservando o dereito a que a muller puidera seguir vivindo na que era a súa casa», señala.

Tal y como se hizo, la señora quedó totalmente en manos de su hija, que pasaba a ser la única propietaria de la vivienda situada en la parroquia de Castro, cuyo principal núcleo de población es Cabo de Cruz. Un riesgo que la mujer no llegó nunca a comprender por completo.

Cuando la relación entre hija y madre se tensó, la primera vuelta de tuerca fue exigirle a su progenitora el pago de 250 euros al mes por seguir viviendo en la que siempre fue su casa. La octogenaria se quedó en la planta baja y su hija en las otras dos. «Lévanse mal, nin se saúdan, non hai relación algunha pese a que viven na mesma vivenda», asegura Redondo. El siguiente episodio fue la demanda de desahucio.

Ante una situación de tal gravedad, la octogenaria pidió ayuda a los que siempre han estado a su lado, los servicios sociales, y fue así como el caso llegó a las manos salvadoras de la abogada boirense Sonia Redondo. No fue fácil de tratar, como ella misma confiesa. «Chegoume cando só quedaban cinco días de prazo para contestar á demanda e a pobre señora non entendía nada. Ao principio pensei que estaba perdido, pero todo cambiou cando empezoume a falar do arrendo e cando lle preguntei díxome que todos os meses pagaba 250 euros a súa filla», relata.

Fue ese alquiler exigido a su propia madre el que salvó a la señora. Y es que el desahucio se sustentaba en que la mujer estaba en precario. Es decir, que no tenía ningún documento que le permitiera vivir en la casa. Pero si todos los meses le hacía una transferencia a su madre y eso podía acreditarse, la cosa cambiaba sustancialmente. «Aí estivo o quid da cuestión, porque se hai arrendo, hai contrato, verbal, pero é igualmente válido e vinculante», señala la letrada.

Así lo entendió en primera instancia un juzgado de Ribeira y así lo ha ratificado después la sección de la Audiencia Provincial que tiene su sede en Santiago. La resolución ha sido toda una alegría. Para la abogada, que no oculta su cariño por una representada tan especial, pero también para la señora. «A verdade e que cando viu polo despacho estaba moi contenta, e eu tamén, porque en caso dunha resolución desfavorable tería sido moi duro. Ela quedaría na rúa. Eu sería incapaz de facerlle iso a miña nai», reflexiona la abogada.

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«Varias veces chorou, pero non me quixo contar que foi o que pasou para que a situación chegara a ese extremo»

La abogada Sonia Redondo nunca ha sabido qué fue lo que motivó una relación tan mala de la hija con la madre como para que le exigiera primero pagar un alquiler de 250 euros y después pretendiera desahuciarla de la que fue su casa de toda la vida que la señora le había donado. «Varias veces chorou, pero non me quixo contar que foi o que pasou para que a situación chegara a ese extremo. Pese todo ela non quere ir contra a filla», señala.

Y es que la letrada le propuso a la señora intentar anular el pacto sucesorio por el que le donó en vida su casa a la hija. «Eu vía posibilidades porque entraría nunha das causas de desheredade, como é o trato ingrato», explica. No ya solo por querer desahuciarla, pero también por haberle exigido el pago de un alquiler de 250 euros cuando la pensión que cobra la octogenaria es de solo 450. Además, la hija tiene otra vivienda en propiedad «que non está igual de habitable, pero que podía vender se o que precisaba eran cartos», afirma la abogada boirense. Sin embargo, la mujer no quiso tomar este camino.

La sentencia favorable no ha solucionado el enconado enfrentamiento que la hija mantiene con su madre, por lo que Sonia Redondo ha recomendado a la señora que solicite el ingreso en una residencia para tener siempre esa vía abierta. «É unha muller maior e enferma, non se merece isto», se lamenta Redondo.