Silencio, lágrimas y rabia contenida en el entierro de la joven asesinada en Vigo

Margarita Mosteiro Miguel
Marga Mosteiro SANTIAGO / LA VOZ

BOQUEIXÓN

Atlas

La familia de Ana Enjamio estuvo arropada por cientos de personas durante el funeral y entierro de la joven en la parroquia de Gastrar, en Boqueixón

19 dic 2016 . Actualizado a las 15:38 h.

Nadie en la parroquia de Gastrar (Boqueixón) quiso dejar solos a los familiares de Ana María Enjamio Carrillo. Y por eso se desplazaron primero al tanatorio de Boisaca (Santiago) y después al cementerio parroquial de Gastrar, en Boqueixón, para despedir a la joven, asesinada el pasado sábado. Poco después de las cinco y media de la tarde, el féretro con los restos mortales de la joven de 25 años era conducido por el centro de la capilla para presidir el funeral. Los sollozos de familiares y amigos fueron los únicos sonidos que rompieron el silencio sepulcral que acompañó a Ana en su camino hacia el centro de la capilla.

El sacerdote reconoció estar ante un oficio difícil y doloroso y dijo entender a quienes puedan querer responder con violencia, pero les pidió serenidad para superar el trance. Admitió la enorme dificultad para encontrar un texto acorde con lo sucedido y señaló que solo el pasaje de la muerte de Jesús puede ser comparable a la situación vivida por la familia Enjamio Carrillo.

Con la voz entrecortada en varios momentos de la homilía, el sacerdote se sinceró al dirigirse a la familia y reconocer que no será fácil el consuelo por la muerte violenta de su hija. Pidió una oración por el eterno descanso de Ana, para que la familia encuentre consuelo, y para que el autor de la «atrocidad» se entregue y confiese su crimen, y después «que pague por lo hecho».

El oficio religioso terminó con un fuerte y largo aplauso para despedir a la joven vecina de Boqueixón, que desató la rabia contenida de los asistentes, entre los que había mayoría de chavales, compañeros de la Facultad de Ingeniería Industrial de Vigo, y también del colegio de O Forte y del instituto de Pontepedriña donde cursó sus estudios, así como vecinos de Boqueixón y compañeros de trabajo de Vigo.

Tras el funeral, los restos mortales de Ana Enjamio recorrieron los 20 kilómetros que separan la capital gallega de su aldea natal, donde fueron sepultados. En este difícil momento, los padres de Ana, José y Saladina, su hermano Diego, y su hermana política, Marta, también contaron con el calor de amigos y vecinos.

Una larga fila de coches fue el cortejo fúnebre que llegó pasadas las seis y media de la tarde al lugar de Gastrar, justo cuando las campanas de la capilla de la parroquia sonaban anunciando el sepelio. Otra vez, el silencio solo fue roto por los sollozos de una madre destrozada por la muerte violenta de su hija, y que solo atinaba a repetir una y otra vez: «Ai, miña filla!».

Entre los asistentes, la incredulidad por lo sucedido era palpable. Los pocos comentarios que pudieron escucharse, tanto en Boisaca como en Gastrar, iban en la dirección de buscar una explicación a lo sucedido y para demandar justicia para una joven que tenía toda la vida por delante. Una mujer comentaba a un grupo de chavales: «Parece que detiveron a un compañeiro de traballo, que máis ten... Nin iso dará consolo a esa nai».