El Burgo, la ciudad provisional

Nacho Mirás Fole NACHO.MIRAS@LAVOZ.ES

SANTIAGO

Archivo Familiar Julio Cano

Casi 50 años después de su construcción, solo un pabellón sigue en pie

24 mar 2013 . Actualizado a las 18:47 h.

Es más fácil que encuentren por ahí un Citroën DS como el que sale en la foto que acompaña a este texto o un carro del país en perfecto estado de revista que el complejo de pabellones con tejado de uralita que se ve al fondo, bajo un cielo gris y compostelano. De todo eso, no queda nada. Bueno, no es del todo exacto decir nada. Mejor, casi nada, porque uno, solo uno, de aquellos barracones subsiste en Santa Marta y se usa como guardería. Su aspecto nada tiene que ver con el original, pero algún día formó parte de un entorno que recuerda a las construcciones efímeras que se montan para las exposiciones universales.

Efectivamente, era el Burgo de las Naciones, el Burgo viejo para los de Santiago, una instalación hostelera provisional que se creó para acoger a los peregrinos en el Año Santo de 1965. El arquitecto Julio Cano Lasso, que años más tarde construiría el Auditorio de Galicia o urbanizaría Vite, fue el encargado de materializar un complejo compuesto por 47 pabellones prefabricados que tenían que durar lo justo pero que, sin embargo, se convirtieron en un ejemplo de cómo la arquitectura efímera, bien administrada, puede no serlo tanto. Los últimos pabellones sobrevivieron como alojamiento para estudiantes hasta bien entrados los años 90. Y su desaparición marcó el fin de una época. Destartalados, desgastados, agotados... sus techos de viruta prensada resguardaron las vivencias de varias generaciones que residían en una comunidad ya chabolera, sobre todo hacia el final, pero con una intensísima vida entre sus paredes de escayola.

El hotel más grande del mundo

El complejo fue pensado únicamente como albergue temporal de peregrinos cuando se hablaba todavía de Año Santo Compostelano y faltaban décadas para que llegaran los fastos xacobeos tal y como hoy los conocemos. Y cumplió objetivos hasta el punto de que sus 4.000 plazas lo convirtieron, en su momento, en el hotel más grande del mundo.

Una vez amortizado, con sus piezas se fueron cubriendo distintas necesidades de Compostela y, por acoger, acogieron de todo, hasta la iglesia de Vite de manera provisional. Dice la Universidade de Santiago en su web que fue residencia de posgrado, aulario de varias especialidades y sede, incluso, de la imprenta universitaria. Y también cuartel provisional del Cuerpo Nacional de Policía; pocas construcciones han sido tan polivalentes.

Los nostálgicos del Burgo viejo todavía pueden darse una vuelta por Santa Marta. Alguien debería indultar a la única caseta que, con casi cincuenta años, y pintada con motivos infantiles y ratones de dibujos animados, sobrevive y atesora la esencia de unos años que fueron intensos y revolucionarios.

Como residencia, los pabellones del Burgo empezaron a utilizarse en 1979. Y el uso se prolongó hasta que se iniciaron las obras del edificio actual del Burgo das Nacións, en el curso académico 1986-1987.

En O Castiñeiriño se acuerdan bien de aquellos chabolos, ya que utilizaron uno como sede social durante años. Y el de A Choupana, el único que se conserva, fue guardería y su estado es absolutamente lamentable. De ahí, precisamente, su interés vintage.

Julio Cano Lasso, un arquitecto que dejó una profunda huella en Compostela

Las imágenes que acompañan este texto, facilitadas al arquitecto especialista en rehabilitación Pablo Tomé por la familia del arquitecto Julio Cano, autor del proyecto del Burgo de las Naciones de Santiago, se incluyen en el documental que Tomé y Carlos Roma dirigieron hace un par de años bajo el título Historias dunha cidade. Santiago de Compostela, 25 anos cidade Patrimonio da Humanidade. En entorno, donde hoy se alzan, entre otros edificios, la Facultade de Ciencias da Comunicación, el Burgo nuevo, Filoloxía o el Auditorio de Galicia, solo es reconocible, si acaso, por el lago que todavía se conserva, más o menos, en la zona original. De lo demás no queda ni rastro.

Todavía faltaba por urbanizar Vite y, en general, esta zona hoy plenamente integrada en el casco urbano estaba por desarrollar. El propio Julio Cano se encargaría de hacerlo personalmente en los años siguientes. Cano Lasso nació en Madrid en 1920 y falleció en 1996. En 1991 recibió la Medalla de Oro de la Arquitectura, otorgada por el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España.

Los paseos de San Francisco

Es curioso releer cómo describía en 1965 la prensa catalana el entorno que ocupaban los pabellones, que se alzaban «en una campiña saudosa que rememora los paseos y meditaciones de San Francisco de Asís, quien hubo de peregrinar al santuario jacobita y allí dejó el milagro de una de sus fundaciones. La zona es tan hermosa que se la llama nada menos que Vista Alegre y desde sus prados se contempla una visión del conjunto barroco compostelano».

Lo que no sabían los periodistas de la época cuando escribían que «el Burgo de las Naciones será desmontado cuando remita la marea romera, ya que normalmente Compostela está bien surtida de paradores, lujosos, hoteles de tres categorías, fondas, restaurantes y tabernas» es que la ciudad iba a exprimir sus instalaciones hasta agotarlas por completo. La inversión quedó, pues, más que amortizada.

Como albergue de peregrinos, el Burgo se clausuró el 7 de noviembre de 1965. En sus pabellones se sirvieron, según contó entonces La Voz de Galicia, 112.000 comidas, hubo 126.000 pernoctaciones y se contabilizaron nada menos que 70.000 desayunos.

También La Vanguardia le dedicó atención al complejo, del que decía en plena obra de construcción que «es una creación hostelera del genio nacional, con capacidad para casi cuatro mil huéspedes, pero no un hotel gigantesco, sino un despliegue de pabellones sobre el verde paisaje, entre arbolitos y jardines».