Un esfuerzo muscular mejora la agudeza visual perdida

Elisa Álvarez González
elisa álvarez SANTIAGO / LA VOZ

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La USC reedita un pionero estudio sobre neurociencia basado en experimentos con heridos de la Guerra Civil

20 ene 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

M. y T. son dos heridos de la Guerra Civil española. Cayeron en el frente en 1938 a la edad de 25 y 20 años respectivamente. Y se han convertido en los protagonistas de uno de los estudios más revolucionarios en neurociencia realizados por el neurocientífico Justo Gonzalo, y cuyas obras ha reeditado el Servizo de Publicacións de la USC.

Su hija, Isabel Gonzalo, ha sido una de las artífices de este proyecto en el que también se han implicado el exrector Senén Barro, el responsable del servicio de publicaciones, Juan Blanco, o la Red Temática Nacional en Tecnologías de Computación Artificial/Natural, con quien la USC firmó un convenio para la reproducción facsimilar de Dinámica cerebral. La actividad cerebral en función de las condiciones dinámicas de la excitabilidad nerviosa.

Algunos de los experimentos que realizó Justo Gonzalo desde finales de los años 30 todavía no han vuelto a repetirse, y sus estudios son pioneros a los que posteriormente realizaría la Harvard Medical School en Boston. Los dos pacientes en los que centró su trabajo habían sufrido un traumatismo craneoencefálico en una zona central, antiguamente denominada de asociación, equidistante de las áreas visual, táctil y auditiva. Pero a pesar de que se trataba de una lesión unilateral -en un punto concreto- les afectaba a los dos lados del cuerpo y de forma simétrica. Es decir, Justo Gonzalo rompía en la década de los 40 con la teoría de mosaico, en donde hay zonas estanco, para establecer áreas que interactúan entre si y que son multisensoriales.

El llamado síndrome central del córtex, como caracterizó Gonzalo a estos pacientes, tenía consecuencias como que M. y T. -sobre todo M., con una lesión más profunda- recibían un estímulo en un lado del cuerpo y lo percibían en el otro; percibían en el oído contrario al que se había estimulado; o cuando disminuía su agudeza visual, además de ver el objeto más desdibujado, este también cambiaba de color y se invertía. Otro de los descubrimientos más llamativos fue que si se producía al mismo tiempo otro estímulo, aunque fuese de otra función sensorial, se recuperaban las funciones perdidas. Un ejemplo. Cuando los pacientes realizaban un esfuerzo muscular (apretaban los puños, por ejemplo), mejoraban su percepción visual, «supliendo con estos estímulos el déficit de excitación nerviosa por la pérdida de masa neuronal», señala Isabel Lorenzo tras la presentación del libro.