Las municipales fueron la victoria de José Luis Baltar

José Manuel Rubín SIETE DÍAS, SIETE VOCES

VERÍN

31 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Igual que Inés de Castro, la gallega que fue reina consorte de Portugal a título póstumo, José Luis Baltar, ex presidente del PP de Ourense, logró el pasado domingo una victoria 30 meses después de abandonar el partido que había dirigido durante más de dos décadas. La del 24-M fue la victoria póstuma (políticamente hablando) de José Luis Baltar. El granero de votos que le había dejado a su hijo cuando le entregó la llave del PP y de la Diputación fue suficiente para que el heredero, aun sufriendo un duro correctivo (la pérdida de 20.423 votos, 35 concejales y un diputado provincial) saque pecho diciendo que «el resultado de mi campaña es que esta es la única diputación del PP» o que «o PP perdería a Xunta e non sería por Ourense». Los datos del PP están sustentados en los concellos del rural, aquellos en los que Baltar (el de antes, el de la boina) lo tenía todo atado y bien atado. A excepción de Xinzo (y este por 22 votos) todos los grandes núcleos urbanos (Ourense, O Carballiño, Verín, O Barco, A Rúa, Ribadavia, Castro Caldelas, Trives?) se le esfumaron al PP de Baltar (el de ahora, el urbanita).

Dos Baltares distintos unidos por un gen caciquil. Si Baltar (el de antes) era el prototipo del cacique bueno que cobraba los favores en votos, las elecciones del 2015 descubrieron al cacique malo de Baltar (el de ahora) que decide al margen del PP y de la democracia.

Realizó (único político en España de cualquier partido que lo hizo) una campaña como aspirante a presidente de la Diputación, sin tener enfrente a ningún rival pues la ley dice que los candidatos salen de las municipales. Esta semana dio un paso más divulgando el nombre de los diputados provinciales del PP, ¡semanas antes de su elección! Esto sí es caciquismo del siglo XXI. Su padre, al menos, guardaba las formas democráticas. Él no.

El próximo día 13 se constituyen los nuevos Concellos y con posterioridad, los concejales que juren el cargo, elegirán a los representantes en la Diputación por los siete partidos judiciales. Así lo harán 234 ediles del PSOE; 73 del BNG y 12 de DO. Los 503 del Partido Popular no los elegirán. Eso ya lo hizo su jefe sin que nadie de su partido, ni Feijoo, ni Rajoy, le desautorizaran tal práctica antidemocrática.

Ya puede redactar de su puño y letra miles de códigos éticos y ya puede renegar de las políticas de su padre. Todo será pura pose. Si Baltar (el de antes) obtuvo la victoria a título póstumo, como la reina de Portugal, Baltar (el de ahora) podría decir como el insigne poeta lusitano, Fernando Pessoa: «Eu sería a pessoa mais feliz do mundo, se os planos que faço antes de dormir se tornassem reais».

El día que el heredero despierte de la ensoñación en la que vive en su laboratorio político dejará de ser feliz y descubrirá (sino antes, en las locales del 2015), que ya poco queda de aquel granero de votos que su padre le había legado junto con la presidencia del Partido Popular y de la Diputación y que él, en lugar de multiplicar, derrochó con la anuencia de esos 503 concejales que, sin reuniones, propuestas ni debates previos, le dirán «señor, sí señor» o, dicho de otro modo, entonarán lo de «mexan por nós e temos que decir que chove».