O Barco, París, Londres

OURENSE

Lolita VázquezLolita VázquezLo

La Voz entrega mañana a sus lectores la lámina de la localidad barquense

01 dic 2014 . Actualizado a las 05:20 h.

El hombre que dijo «dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo» mencionó también que «una mirada hacia atrás vale más que una hacia adelante». Me sirve esta reflexión del físico griego Arquímedes para ensalzar el acierto de Isabell Seidel de reflejar O Barco de Valdeorras con una mirada del ayer. La artista puso sus ojos teutones en la calle Real, una vía cargada de historia que proyecta en el siglo XXI todas las miradas pretéritas que la imaginación sea capaz de fabular.

La calle Real es un símbolo de cómo O Barco pasó de ser un núcleo minúsculo en la época de los romanos a la villa actual de 14.010 vecinos. Estos todavía conservan la tradición oral del lema «O Barco, París, Londres» con el que se resalta el orgullo de un pueblo. Con ocasión de la lámina, habría que ampliar el lema por un día y convertirlo en «O Barco, París, Londres, Lübeck» en honor de la ciudad de Isabell Seidel, la artista alemana que en su mirada hacia atrás encontró en la calle Real el germen histórico del pueblo valdeorrés.

Los adoquines de la calle Real duermen en el seno de la Vía Nova que unía Braga con Astorga. Acudo al historiador Pedro Tertuliano Hervella, que contaba así la génesis de la villa: «Alrededor de lo que en principio fue la caseta que albergaba a los barqueros o encargados de esa barca (la que comunicaba ambas márgenes del Sil), se fueron levantando construcciones a lo largo de la ?calzada? y surgió la hoy llamada Calle Real, distinguiéndose al naciente grupo urbano con el nombre de ?Barco de Villoria?».

La calle Real está hoy en proceso de reconstrucción gracias en parte a la sensibilidad de algunos vecinos que, en lugar de levantar chalés impersonales fuera de la villa, optan por restaurar las históricas viviendas, blasonadas o no, de la calle que vio crecer O Barco. Con la llegada del ferrocarril, en 1883, se inició un lento pero imparable proceso de despegue en torno a la vía del tren y a la carretera N-120 y en detrimento de la plaza Mayor, la calle Oscura y la calle Real. Sirva de ejemplo una anécdota del ya citado Pedro Tertuliano Hervella. Regresaba de Valladolid y coincidió en el tren con el registrador Segundo Trincado, que le dijo: «Tertuliano, ¿cómo tu padre, un hombre tan inteligente, fue a edificar en un sitio que nunca será pueblo?». La casa, levantada en 1908, está hoy en pleno corazón de O Barco, en la Avenida de la Estación.

En 1908 era impensable un Barco alejado de una calle Real que dejó en la memoria una época de esplendor: el Bazar del Siglo XX, o los ultramarinos de Farruco o la Farmacia Romero o la tienda de tejidos de Jovito o la confitería del Juez o? La realidad comercial es hoy desalentadora. La calle queda para disfrute del peatón que llega a Viloira por una moderna pasarela que evoca la barca secular.

No me explayo más pues dice el proverbio que «quien no comprende una mirada tampoco comprenderá una larga explicación». La mirada que Isabell Seidel posó sobre O Barco es tan clara, diáfana, colorista y exacta que evita más explicaciones y que alguien me recuerde, con razón, que una imagen vale más que mil palabras.

ourense feito arte

José Manuel Rubín Carballo es periodista.