Tras tropezar hace unos días en Twitter con el hombre del tiempo de Canal Sur diciendo en pleno directo verdades como puños —«estén seguros de que nos acabaremos extinguiendo; pero, de momento, eso no ocurrirá de manera inminente»—, me sorprendí admitiendo que —al menos algunos, al menos como sociedad— bien merecido tenemos tal desenlace. Un impaciente scroll había refrescado en milésimas de segundo la pantalla, y al meteorólogo pesimista le había sustituido una panda de insensatos haciendo enfadar a un bisonte en Yellowstone. El tuit era cosa del perfil Humans Of Late Tourism, una de esas joyitas que aún resiste en esa red también en decadencia que se dedica a poner en evidencia la estupidez del humano cuando hace las maletas y se lanza a conocer mundo. De que no hay esperpento mayor que el turista de hoy —paloselfi en mano, lesionado de posar y no de patear— da fe esta cuenta colaborativa que se alimenta de imágenes que rozan el ridículo: el revés de las que se ven en Instagram, lo que queda fuera del marco, la patética realidad del yonqui del like que viaja para poner los dientes largos a ese sucedáneo de club de fanes que son los seguidores. Si no se cuelga, no ha existido.
Decenas de personas en posición de taichí «sujetando» el aire frente a la torre de Pisa, un safari dentro de una jaula, colas para todo —para entrar, para salir—, calas desiertas que al abrir ángulo son hormigueros. Tiktokers en Auschwitz. Grotesco.
Meteorito, ven ya.