Un lunes de carnaval

Xose Carlos Caneiro
Xosé Carlos Caneiro EL EQUILIBRISTA

OPINIÓN

Santi M. Amil

20 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mi amigo, al que no descubriré, es caballero de fina estampa. Llegó a mi tierra hace muchos años. Su rostro aguileño se asemeja al de un Quijote, y su alma también. Le digo a menudo que el sombrero le caería como anillo al dedo. Me hace caso. Se lo pone y yo me imagino a Valle Inclán paseando las riberas del Támega. Ya solo le falta la capa. Y el brazo perdido. Estos días de carnaval me dice que ha ido al juzgado. Ha reclamado con insistencia que alguien dicte una orden de alejamiento contra sí mismo. El carnaval en las tierras de Monterrei es tan prodigioso que convierte en gigantes a los enanos de Blancanieves y a ella, tan hermosa, en la reina de cualquier vodevil. No lo ha conseguido (su particular orden de alejamiento). En las oficinas judiciales le han preguntado si estaba loco. Y ha dicho que no. Que solo quería protegerse de sí mismo. El enemigo siempre lo llevamos dentro. Él solo pretendía abrigarse de sus zarpas. Nada. Pero lo ha intentado. Doy fe. Podría haberse ausentado, como hacen muchos otros, pero decidió quedarse en el triángulo mágico este carnaval. Uno más. En su piel lleva grabadas las heridas de mil noches y mil lunas. Muchos fracasos y éxitos. Yo me pongo estupendo y le digo que vivir, en el fondo, es fracasar. Un naufragio que se anuncia el día en que nacemos y que persevera en nosotros hasta que llega la hora. Y no falta la maldita. Borges decía que morirse es una costumbre que suele tener la gente. Borges se murió sin el Nobel y a pocos nos ha importado. Tampoco a nadie le importa que el Nobel se haya convertido en una oficina de propaganda de las ideologías políticamente correctas. Es el destino. Y contra el destino, nos enseñó Kafka, de nada vale luchar.

Volvamos a este lunes de carnaval. Es como un paréntesis en medio de la vorágine que vivimos. El remolino que soportamos día tras día. Vivimos en crisis desde el 2008 y seguimos en pie. Hemos morado bajo la bota de gobiernos pusilánimes, y resistimos. Casi nos come la pandemia, y perseveramos. Existimos, en suma. Quizá por ello, este carnaval tiene más arraigo que todos los anteriores. La gente se amarra a la vida porque la vida es lo único que tenemos. Hay que defender la alegría, decía Benedetti, y este lunes es una buena ocasión. Queda este hoy y un mañana que para algunos guarda un hálito, y un soplo, de nostalgia. ¿Quién no ha tenido un martes de carnaval esculpido en sus entrañas? Había que inventar el mundo en cualquier carnaval. Que las máscaras fueran las dueñas de la realidad y de los parlamentos. Que no faltasen las risas. Que hubiese siempre una puerta abierta donde entrar. Que estuviese permitido llevarnos mejor de lo que nos llevamos y que, sobre todo, supiésemos que no hay que darle importancia a las cosas menos importantes. Importa vivir, en suma. Y mi amigo, que no ha conseguido alejarse de sí mismo, este lunes de carnaval lo sabe.