La derecha y el arte de despedazarse

Fernando Ónega
Fernando Ónega REDACCIÓN

OPINIÓN

CIUDADANOS

25 abr 2019 . Actualizado a las 07:35 h.

Siguen ocurriendo cosas que no habían ocurrido nunca. La última, el sorprendente pase de Ángel Garrido a las filas y listas de Ciudadanos por Madrid. ¿Y quién es Ángel Garrido para ese revuelo?, se preguntarán algunos lectores. Pues hasta hace dos semanas, el presidente de la Comunidad de Madrid por el Partido Popular. Y algo más significativo: es -bueno, era hasta ayer- el número cuatro de las listas del PP al Parlamento Europeo. Quiere decirse que, salvo catástrofe, estaba en puesto de salida. Y quiere añadirse que es un político cesante en su puesto administrativo, pero alcanzó el sueño de muchos: un escaño en la Eurocámara, un sueldo más que respetable, un trabajo poco agobiante, viajes gratis, derecho a asistente personal y alguna prebenda fiscal.

¿Y todo eso lo cambia por el puesto número 13 en una lista no ganadora a la Asamblea de Madrid? ¿Diputado regional raso en vez de eurodiputado? ¿Un triste escaño de escasa proyección pública a cambio de ser un referente, aunque sea de segundo nivel, en la Unión Europea? Todo eso no entra en los esquemas clásicos de los comportamientos políticos. Muy importantes tienen que ser los motivos del señor Garrido para dar ese paso. Por ejemplo, que haya entendido su inclusión en la lista europea del PP como una patada hacia arriba. O que haya sentido un menosprecio imperdonable que Casado no le haya renovado la confianza para ser el candidato del PP a la presidencia de Madrid después de todo lo que hizo: pacificó el partido en medio de todas las tormentas de corrupción, garantizó la estabilidad en la crisis de Cristina Cifuentes y mantuvo la autoridad en la larga huelga del taxi. Contra los taxistas, por cierto, lo cual quiere decir que no es un populista.

Más allá de los detalles personales, importa el momento: a cinco días de las elecciones generales y cuando Rivera y Casado riñen una dura batalla por el liderazgo del centroderecha. Si el bloque conservador gana las elecciones, serán socios de gobierno, pero ahora mismo utilizan armas de destrucción mutua: se pelean en público, se hacen reproches de gran dureza y, para colmo, Ciudadanos le roba al PP nombres localmente interesantes. ¡Extraña manera de preparar una coalición que pueden estar negociando dentro de una semana! ¡Extraña forma de respetarse como socios que todavía son en Madrid, Andalucía y en cantidad de municipios! ¿Qué mensaje envían a la sociedad? Quizá que Ciudadanos es más atractivo que el PP, puede ser, o eso pretende Rivera. Pero también que la derecha se despedaza con ataques, peleas de liderazgo y robos de candidatos. Rivera sonríe con la navaja en la liga. A Pablo Casado lo acaba de humillar. Nadie conoce los efectos que tendrá en el voto conservador.