Costuras descosidas en el PSOE

Abel Veiga AL DÍA

OPINIÓN

25 may 2017 . Actualizado a las 07:33 h.

A España siempre le ha subyugado la derrota, el perdedor. Siempre ha habido una querencia. Quizás como conciencia y lastre de pueblo derrotado, conciencia equívoca sin duda. Como aquellas dos Españas y una tercera que lo perdió absolutamente todo. Y esto mismo sucede en la casa de los socialistas. 

El mito del perdedor, del defenestrado, del derrotado, del ultrajado, del desposeído del poder por un golpe en los cuarteles de los viejos aparatos y una gestora que simplemente se perdió y hundió estos meses. Pedro Sánchez ganó. Frente a todos, ganó.

Después de hacerse públicas las cifras de avales, era cantada su victoria. Susana era peor candidata que él. Y eso, salvo en su federación, y los que jugaron a ser barones con espada en mano, lo sabían. Perdió su tren hace dos años y este le acaba de propinar una bofetada en toda regla.

Pedro Sánchez, portador inequívoco del «no es no», acaba de apuntillar a todos los que le defenestraron en octubre. Aquel octubre rojo, donde marchitaron definitivamente el socialismo, y donde las lágrimas de la andaluza se han vuelto en su contra hoy como muñidora en la sombra del desastre de Ferraz.

La gran incógnita es ahora si será posible o no reconstruir el PSOE y con qué mimbres, con qué gente. Y con qué proyecto, porque no lo hay. La socialdemocracia no lo encuentra. Esa es la realidad. Se equivocan si las vendettas cobran protagonismo. Se equivocan si tras una defenestración viene otra. Y yerran si piensan que Sánchez no intentará todo lo que haga falta para poner punto final al Gobierno del Partido Popular.

La estabilidad y la gobernabilidad son cosas bien distintas, también distantes. Esta victoria, a medio plazo, significa el final del Gobierno popular por esta legislatura. Y salvo que Ciudadanos se entregue a este partido y pierda con él sus opciones de crecer, todo parece que toca a final. Y a elecciones.

Y aquí o cambian jinetes o todo puede ir a peor, hacia la ingobernabilidad solitaria, o la no gobernabilidad de coalición. Todo es susceptible de ir a peor. Incluso el propio Partido Socialista. ¿Refundarlo? No parece lo probable.

Pedro Sánchez ha sabido valerse de que fue una víctima y culpó a este PSOE, que no le apoyó, de ser el salvador de Rajoy. Y esto, más la conspiración de cuchillos contra él, le ha llevado en volandas.

Lección amarga para Susana Díaz, pero también para los presidentes de Extremadura, Aragón y Castilla-La Mancha, que cerraron el paso a Sánchez en octubre, o para quien lo apuntilló desde Chile, aquel Felipe González irreconocible hoy.