Alienados e ignorantes

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

28 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Pesadilla en la cocina es un programa de televisión en el que el chef Alberto Chicote acude al rescate de restaurantes al borde de la quiebra. El paisaje habitual es un negocio sin clientes, con un cocinero más bien guarro y remolón que se pasa las horas peleando con unos camareros vagos y jetillas, y un propietario abrumado por el caos y las deudas. Si hay propósito de enmienda, por lo general Chicote logra reflotar el chiringuito con una terapia de choque, pero si los responsables del local se empecinan en sus errores la única salida es bajar la persiana.

En un episodio antiguo, el orondo chef atendía la llamada de una pareja empantanada en una aventura ruinosa. Ella se encargaba de los fogones y él recibía a los escasos parroquianos que por error se adentraban en el comedor. Con la caja registradora criando telarañas, la arrogante cocinera aseguraba que lo suyo no era la hostelería, sino la creación, y que si los clientes no comprendían su arte no era culpa suya. El diálogo entre la artística restauradora y un Chicote pasmado acabó más o menos así:

-Si no entienden lo que yo hago es por ignorancia. Es su problema.

-No, el problema lo tienes tú, porque nadie viene a tu restaurante.

Por algún cortocircuito neuronal me acordé de aquella entrega de Pesadilla en la cocina al deambular estos días por las redes sociales, donde algunos ingeniosos tuiteros resumieron el resultado del 25S con un chaparrón de insultos a Galicia y los gallegos. Por resumir: según esta masa enfurecida, el gallego medio es paleto, narcotraficante y subnormal, que debe de ser la versión posmoderna del gallego feo, católico y sentimental que definió Valle. De ahí para arriba. Todo dentro de la ilógica lógica del anonimato de las redes.

Pero lo más sorprendente fue comprobar que una de las tres fuerzas que el domingo perdieron clamorosamente las elecciones también se apuntaba al bombardeo. Porque mientras PSdeG, BNG y Ciudadanos encajaban con deportividad y elegancia la derrota, desde las filas de En Marea no se cortaban un pelo al abroncar a Galicia, así en general, por no votar correctamente. Incluso un cargo electo atribuyó ayer su pérdida de clientela a que somos un «pobo alienado e ignorante» formado por «escravos». Es una triste paradoja que un partido que se proclama nacionalista y defensor del «pobo», de la «xente común» y de «os de abaixo» tenga un concepto tan negativo de los inquilinos de Galicia. Yo pensaba que el nacionalismo consistía en un amor total, irracional y desaforado a la nación, al pueblo, al país. Un enamoramiento como el de los secesionistas catalanes, que les llevó a romper con todo, incluso a volar por los aires su propio partido, con tal de estar a solas con su amada Cataluña.

¿Dónde está aquí ese amor? ¿O será que el insulto es una respuesta a un amor no correspondido? Porque si lo de En Marea es el resentimiento de telenovela de un amante despechado, lo suyo no se arregla con una visita de Chicote y los muchachos de Pesadilla en la cocina. Van a tener que sentarse en el plató de Sálvame y contarle sus penas de amor a Jorge Javier. Igual así los del pueblo, pobres ignorantes y alienados, logramos entenderlos.