El envite de Podemos

OPINIÓN

16 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La coalición de Podemos e Izquierda Unida introduce un cambio muy significativo en el planteamiento de las próximas elecciones respecto de las fracasadas del 20D. Se resucita formalmente el frentismo o, si quiere decirse de un modo políticamente correcto, se reta a una bipolaridad que pretende radicalizar las posiciones. No habría que insistir en que testimonia una rectificación en Iglesias de juicios despectivos sobre sus hoy coaligados. Nada ha cambiado el objetivo. La transversalidad antes proclamada era y sigue siendo un mero reclamo táctico que ahora sigue manteniéndose al no incluir el término de izquierda en el nombre de Unidos Podemos. El mismo pragmatismo, no exento de imaginación, que llevó a crear una especie de confederación de mareas y demás. La operación es una maniobra para sacar mayor rendimiento en escaños que procuran los votos en el actual sistema electoral. Sucede que el posible aumento puede cambiar la dinámica de los pactos para la formación del gobierno si consigue ser la segunda fuerza parlamentaria. Es lo que proporciona una novedad decisiva a las elecciones del 26J.

Se trata de levantar una izquierda liberada de rendiciones por parte del PC y del PSOE que hicieron posible el pacto constituyente. En el punto de mira del envite está el PSOE. Acaba de manifestarse en la propuesta de ir juntos al Senado, como prueba a que debería someterse para mostrar un izquierdismo auténtico. En esa línea tata de hurgarse en el interior del socialismo poniéndolo de un modo arrogante ante el dilema cornudo: con nosotros o con el demonizado PP. ¿Qué ocurrirá si se produce el sorpasso? ¿Se seguiría el precedente de las elecciones autonómicas y municipales?

El envite ha sido recogido por el PP, en la convicción de que le favorece esa confrontación radicalizada, a juzgar por lo que parece es su estrategia de la campaña. La insuficiencia de la mera apelación al voto útil quedó comprobada el 20 D. El abandono del importante número de votantes no hay que atribuirlo solo al azote de la corrupción. La repetición de las bondades de lo hecho no es estímulo suficiente para el retorno si solo se aspira eso. Es poco ilusionante y hasta detestable pedir el voto de la resignación. El PP tiene una deuda con los ciudadanos que reclama pedir perdón por los sacrificios impuestos y errores cometidos. En ese sentido, incluso la exhibición de experiencia puede resultar contraproducente. Un cambio de actitud para que la seguridad no parezca prepotencia. Lo personal es importante en el escenario de pactos en que nos movemos, que no dé pretextos para indebidos rechazos. Cómo puede salvarse la que parece brecha infranqueable con el PSOE, cuando el adversario realmente real son los podemos unidos y adheridos. Ya no hay excusa para no describir las líneas maestras de lo que se quiere regenerar, no expuestas en el olvidable interregno pasado, sin minar las bases sobre las que se ha constituido nuestro sistema democrático, una de las cuales es el pluralismo.