El legado de Príapo

Francisco Ríos Álvarez
Francisco Ríos LA MIRADA EN LA LENGUA

OPINIÓN

13 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La Academia Española ha decidido al fin -no consta si tras duros debates- incluir en el Diccionario el sustantivo príapo, que desde hace siglos se emplea en español para designar el miembro de los mil nombres. «En cama de tierra, las costillas quebradas, el priapo sano», recogía ya hacia 1549 Hernán Núñez en sus Refranes o proverbios en romance.

Ese nombre tiene hoy un uso casi exclusivamente literario. Se debe a Príapo, que en la mitología griega era un dios de la fecundidad de la ciudad asiática de Lámpsaco. Generalmente, se le consideraba hijo de Dioniso y Afrodita y se le representaba mediante figuras itifálicas, con las que se desviaba el mal de ojo y se lograba protección para las cosechas y el ganado. Según la leyenda, había nacido con una dramática deformación, un falo descomunal, consecuencia de los maleficios de la envidiosa Hera. También era tremendamente feo.

La lexicalización de su nombre ya aparece registrada en varios diccionarios del siglo XIX, pero la Academia, que coge estas cosas con papel de fumar, se ha demorado hasta hoy para admitirla. La única voz de la familia léxica a la que prestaba atención es priapismo, nombre que se da a la erección continua y dolorosa del miembro viril, «sin apetito venéreo», en palabras de aquella casa, o «sin estímulo venéreo», según el diccionario de Esteban de Terreros y Pando (1767), que se hacía eco de la creencia de que suele provenir de echarse boca arriba.

Algunos autores, desde Nebrija en 1495, identifican priapismo con satiriasis. La descripción que de esta hace la Academia Española («estado de exaltación morbosa de las funciones genitales, propio del sexo masculino») no lo deja nada claro. Más precisa es la Academia Nacional de Medicina, que la define como el «deseo sexual anormal e insaciable en el varón», el equivalente a la ninfomanía de las mujeres. El origen de satiriasis también está en la mitología, en los sátiros, divinidades de los bosques representadas con cuerpo de hombre y patas y orejas cabrunas. Hoy se aplica el sustantivo sátiro a los varones lascivos o morbosamente lujuriosos.

Príapo es también el étimo de algunas otras voces, como priapolito, concreción rocosa a la que unos diccionaristas dan forma de príapo y otros, no se sabe si cojos en etimología o excesivamente remilgados, «de chorizo o embutido» (Ramón Joaquín Domínguez, Diccionario nacional o Gran diccionario clásico de la lengua española, 1846-47). Cosas de la geología.