El autoproclamado líder de la fe islámica, Al Bagdadí, desde su nuevo califato entre Irak y Siria, ha lanzado un mensaje a Obama como «defensor de la cruz»: «Usted debería saber, como defensor de la cruz, que está obligando a otros a luchar para defender sus creencias, lo que no será en Siria, ni en Irak, pero muy pronto usted se verá obligado a hacerlo en confrontación directa, Dios lo quiera y los hijos del Islam estarán preparados para ese día. Así pues espere y nosotros también lo haremos».
Parece una declaración de guerra enviada al que piensa que dirige los destinos del mundo occidental, pero se equivoca, porque Obama no está por la labor de representar otra cosa que a los ciudadanos norteamericanos que lo han elegido.
Sin embargo, los combatientes del EIIL islámico están asediando Erbil, capital de los kurdos, masacrando a la población civil, con unas 200.000 personas aisladas en los montes, huyendo de salvajes sedientos de la sangre de los que no se someten a su fe islámica. Por eso los peshmerga kurdos, apoyados por la aviación americana, les plantan cara para defender Erbil, plaza estratégica en la región, y donde EE. UU. tiene grandes intereses estratégicos. Pero la aviación no es suficiente para ganar una guerra, se necesitan los soldados que Obama no quiere enviar.